La crisis de las universidades públicas
El caso de la UTCH
Marco Aurelio Guío Ledezma
Los artículos 86 y 87 de la ley 30 de 1992, sobre el régimen financiero de la universidades estatales, estipularon que los ingresos crecerían a precios constantes, es decir el aumento del presupuesto seria igual a la tasa de inflación, lo que produjo un congelamiento real de los aportes. Los gobiernos de turno no podían incrementar estos valores, porque se violaría la mencionada ley.
De los aportes del gobierno nacional, entre 2.5 y 3 billones de pesos anuales, el 85% se lo llevan las 16 universidades acreditadas de calidad. EL resto se reparte entre las otras 16 y a la UTCH le ha correspondido menos del 1%, ya que sus indicadores de docencia, investigación y proyección social la ubican en los últimos lugares. Solo supera a dos instituciones de las 32 públicas.
Pero con el ánimo de reelegir en forma indefinida al rector, modificaron el estatuto general e implementaron una estrategia de cooptación a los estamentos del gobierno universitario, empezando por el estudiantil, en donde se aprobó una rebaja de matrículas indiscriminadas, sin tener una fuente alterna de sustitución de recursos, se hicieron varias reformas administrativas para modificar los grados de los cargos administrativos, favoreciendo -según se dice- a ciertos empleados. El que ganaba $1.200.000, pasó a los $2,500.000 o más y se dieron prebendas mediante el reconocimiento de primas de antigüedad y otras canonjías. Lo mismo ocurrió con los docentes a quienes se le entregaban recursos para todo tipo de actividades y en muchos casos si se quería ocupar un cargo académico, debía gozar del beneplácito de este sector.
Igual estrategia se aplica con los otros sectores, lo que llevo a un incremento exagerado de la planta de personal, se calcula unos 1.200 personas entre empleados administrativos, docentes de planta, ocasionales, catedráticos aproximadamente, por lo que desde hace mas de 10 años se paga cada mes con sobregiros esta frondosa burocracia. También se paga los pensionados con la transferencia de la nación, lo que incrementa el problema financiero.
Para rematar este proceso de destrucción institucional, en un acto de soberbia de poder se procedió a despedir sin justa causa a profesores y empleados administrativos, que luego de ganar los pleitos judiciales, debieron ser reintegrados y con el pago de sus respectivas prestaciones sociales.
Mientras la UTCH se mantenga por fuera del grupo de instituciones acreditadas de calidad, recibirá solo migajas que no mejoran la actual situación, a menos que quienes la dirigen tomen conciencia de la problemática y apliquen soluciones estructurales que necesita el Alma Máter de los chocoanos.
Sin embargo en este objetivo se ha perdido un tiempo valioso, ya que en mi opinión es un imposible metodológico, que en un contexto de baja calidad de la educación básica primaria y secundaria, aparezca una institución del nivel superior con calidad, lo cual desvirtuaría la teoría de los sistemas sociales.