Ilegalidad, informalidad y gobierno
Reynaldo Moreno Mazuera
La ausencia de control al tránsito en Quibdó ha permitido que el transporte ilegal, el desorden y la violación a las normas de tránsito sean el pan de cada día en el municipio. El número de policías de tránsito es muy escaso en comparación con los vehículos que transitan por el perímetro urbano y Quibdó con más de 20.000 motocicletas y 500 vehículos de servicio público necesita al menos triplicar el número de agentes para mitigar el impacto que genera en la ciudadanía este desorden.
Conducir un vehículo es un ejercicio estresante por la falta de cultura ciudadana, de conocimiento de normas de tránsito y el irrespeto que significa soportar el transporte ilegal. Motociclistas sin casco, sin soat, ni revisión técnico mecánica, son una absoluta falta de cultura, civismo y respeto.
Taxis y colectivos sin documentos, rodando sin control alguno muestran falta de autoridad y de gobierno de administradores indolentes que no quieren su tierra y la representan sin pena alguna.
Este desorden muestra como convivimos, como somos gobernados y como los organismos de control incumplen su tarea, dejando que los ciudadanos actúen a su libre saber y entender sin control por parte de las autoridades, generando ambientes hostiles para la convivencia y atraso y pobreza a su paso.
Ninguna ciudad o país ha salido adelante en medio del desorden, la ilegalidad y la informalidad. Al contrario, el desorden genera más pobreza debido a que los individuos tienen objetivos claros por los cuales luchan pero sin objetivos claros como comunidad con los cuales identificarse, por lo cual la integración y fortaleza en común que los podría sacar adelante deja de tener validez y no permite que obtengan mejores resultados, con nulos efectos multiplicadores.
La sociedad se convierte en una selva de cemento donde sus habitantes luchan de manera abierta legal e ilegal por lograr sus propósitos, sin importarle los demás, olvidándonos que unidos podremos lograr metas mayores.
El respeto a las normas de tránsito, la formalización del empleo, el cumplimiento de las normas legales nos edifican y nos hacen crecer más allá que si cada uno lucha de manera individual por el logro de sus pequeñas metas.
La labor esencial de un gobernante es trabajar para unir a sus conciudadanos alrededor de programas comunes y lograr la coherencia y cultura necesaria que permita que todos sientan su comunidad como propia y reconozcan que el trabajo en sociedad los hará crecer como personas. En la medida que se logre unir a todos se logrará el éxito en la labor del funcionario público y sus resultados serán mejores.
El trabajo en comunidad, con sentido de pertenencia orientado por gobernantes que quieran a su municipio podrá generar condiciones y conciencia en la comunidad de la búsqueda del bienestar común por encima del individuo, a través del buen ejemplo, de buenas prácticas de gobierno y cumplimiento de las leyes y normas, y solo así podremos algún día salir del último puesto en los indicadores que muestra el país.