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Editorial

Chocó, entre múltiples paros

Una ola de descontento popular recorre las diversas zonas que integran el departamento del Chocó co­mo producto del abandono, el menosprecio y la desidia de la dirigencia regional y con ella los institutos na­cionales descentralizados con presencia en el territorio. Del mismo modo en que los chocoanos nos levantamos para exigir reivindicaciones sociales a la Colombia indife­rente, racista y mezquina, las subregiones del Darién, San Juan y Bajo Atrato se han hecho sentir en encrespadas pro­testas por la desatención continuada de las administracio­nes locales y la departamental frente a las múltiples caren­cias de su gente.

 

El ambiente de protesta se per­cibe en Unguía, donde a media­dos de febrero la población se le­vantó furibunda contra la admi­nistración municipal por su negli­gencia para facilitar el suministro de energía eléctrica y la falta de docentes en las instituciones edu­cativas. Después de dos semanas a oscuras los unguieños no sopor­taron más e iniciaron un paro cí­vico que concluyó con la quema de la alcaldía y la sede de la empresa de energía. Hoy, tres meses después, las razones de la protesta siguen intactas.

Las mismas razones de Unguía, pero con un plus de gra­vedad, han dado pie a la inconformidad en el municipio de Bojayá, donde los habitantes adelantaron una protesta los primeros días de marzo. En ese sufrido municipio estuvie­ron a oscuras desde la navidad del año pasado y para que volviera la luz tuvieron que amenazar con boicotear las elecciones parlamentarias que estaban a punto de realizar­se o replicar la acción incendiaria de Unguía.

 

La semana pasada líderes cívicos de los municipios de Cértegui, Unión Panamericana, Cantón del San Pablo, Medio San Juan y Río Iró cerraron el paso vehicular hacia la zona del San Juan para exigir mejoras en la prestación del servicio de salud y otras reivindicaciones. Las condi­ciones físicas de los centros de salud en dichos entes terri­toriales es algo lamentable, y ni qué decir de la falta de equipos e insumos médicos o las ambulancias para el tras­lado de enfermos graves. Para suspender el bloqueo el go­bernador usó la fórmula de siempre: prometió que al fina­lizar este mes entrarán en funcionamiento nuevos equipos médicos en los centros de salud.

Se ha vuelto una escena recurrente el cierre de la vía Quibdó-Medellín por parte de los indígenas de la comuni­dad de El 20, quienes hace un buen tiempo están pidiendo ser reubicados en otro sitio debido a las fallas geológicas del lugar que habitan. El alcalde Isaías Chalá lo­gró conjurar el bloqueo de hace quince días, pero seguro que dentro de un par de meses la situación se repetirá porque las necesidades de los indígenas no se han satisfecho.

 

Ni la propia capital del departa­mento se sustrae de la ola de incon­formidad ciudadana y del ambiente de crispación. En varias ocasiones los habitantes del noro­riente de Quibdó han taponado el paso vehicular exigiendo la conclusión de los trabajos en la vía Porvenir –Platina, cuyos recursos se han extraviado en el mar de la corrup­ción. En la zona norte de la ciudad las cosas tampoco van bien. El vergonzoso estado de las calles, las alcantarillas abiertas, el peligro de un puente a punto de colapsar y la pobreza de ese sector ha lanzado varias veces a la calle a sus moradores y se presagia que una protesta de grandes proporciones está a punto de detonar.

Son muchas las razones que motivan las protestas aquí y allá. Lo inadmisible es que la inoperancia del Estado per­mita que las necesidades de la gente se tramiten por las vías de hecho.

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