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El Chocó de Ayer

De la edición 3044 del periódico ABC (Agosto 16 de 1935)

Arrancaplumas

Nos comunica el señor Juan F. Villa V. lo siguiente:

“Próximamente circulará “Arrancaplumas”, un semanario crítico bajo la di­rección de Juan Fernando Villa V. el director de ‘El Ciempiés’, Se trata de un semanario sin contemplaciones y sin compromisos, que con un escogido cuerpo de redacción, viene a corregir entuertos y ponerse al frente de la política actual”.

 

El futuro cabildo

Dudamos mucho de que los aspirantes a los honrosos puestos de cabildantes, próximos a conquistar quieran resignarse a hacer el análisis de conciencia para ver si cuentan con los requisitos que quiere la Convención Nacional que reúnan los exponentes del liberalismo en las municipalidades que entrarán a funcionar el próximo primero de noviembre.

Uno de los grandes defectos de la democracia colombiana radica, como lo anotó el presidente Alfonso López Pumarejo, en el hecho de que no guardamos el sentido de las proporciones. El “conócete a ti mismo”, no se pone en práctica.

La verdad es que sólo es de hombres inteligentes el verdadero valor de la modestia. Por lo general, todo presumido no es sino un ignorante que lleva su audacia hasta desconocer los méritos ajenos.

A los cuerpos colegiados en que la política pasa a segundo plano, como los concejos, no deben ir dentro de los ciudadanos de un municipio, solo aquellos que reúnan por sobre todo honda capacidad para la solución de los problemas sociales y administrativos.

Se necesita, siquiera, que el aspirante sea un individuo que tenga el valor civil de reconocer que sus compañeros son por lo menos tan honrados y tan capaces como él. La honradez consiste no solo en no tomar lo ajeno, anotan por allí vie­jos educadores de citolegia, sino en respetar la honorabilidad y el buen nombre de los demás.

Un concejo municipal no debe ser la agrupación de demagogos sino de hom­bres, no sólo bien intencionados, sino equilibrados, de criterio, entendido, hasta donde ello sea posible en el medio, en las cuestiones cuya solución compete a esa clase de corporaciones progresistas, que no vean en todo prójimo un ladrón, ni un merodeador, sino un elemento dispuesto, lo mismo que ellos, a trabajar por el bienestar de la ciudad capital y de los pueblos que integran el municipio.

 

Puede alegarse que, a más de esas condiciones exigidas por la Convención, se requiere el respaldo de la opinión pública.

 

Aunque, en eso de opinión pública, nosotros estamos casi de acuerdo con el doctor Diego Luis Córdoba, cuando afirma que las masas obran por sugestión, por fetichismo, cuando ellas son analfabetas, es bueno admitir que no teniendo los concejos municipales como fin el desarrollo de una labor política, sino admi­nistrativa de organización rentística, no vemos el empeño para que se pretenda privar a una ciudad como Quibdó, a un municipio capital, de los beneficios de un concejo integrado por hombres honorables, perfectos conocedores de los pro­blemas sociales y administrativos, y de reconocida firmeza liberal, para el caso de que la política llegue a imponerse en los debates.

 

A un municipio le sirve más en su concejo un individuo desconocido por las masas, pero preparado para las labores legislativas, que otro que ostente popu­laridad, pero que no tenga ninguna capacidad para el cargo, fuera de su gran vocación para el insulto arrabalero, la sugestión malévola o la afirmación ca­lumniosa.

 

Pugnamos por un concejo en que tengan representación todos los gremios, buscando en cada uno de ellos los elementos más preparados, los que más se acerquen a las normas señaladas por la Convención del comercio, del obrerismo, de los intelectuales, de los delegados, de los maestros, sin mirar a la epidermis ni a la capacidad económica del postulado.

 

El día en que a los cabildos del Chocó se les quite la facultad de nombrar empleados, ese día se acabarán las pugnas y las ambiciones. Cuando esas ambi­ciones asoman es porque algo lucrativo se asoma en perspectiva. No nos digan lo contrario, porque nadie puede querer más a su pueblo que quien nació en él.

 

Nosotros no hemos de tomar parte en el debate que se avecina, porque no so­mos directores de política. Nuestro deseo es solamente que los que se preparan a librar la campaña, procuren ceñirse a lo que quiere la convención, a lo que deseamos los que, por muchos lustros, nos hemos puesto al servicio de la ciudad y del Chocó. Que el concejo de Quibdó sea digno de una ciudad que se prepa­ra a celebrar con fausto el centenario del nacimiento de su hijo excelso, César Conto, y a recibir huéspedes ilustres a quienes habrá que atender con largueza, para ratificar el titulo de ciudad hidalga y de estirpe caballeresca. Es preciso no manchar los blasones.

 

Finalmente, declaramos que si la corporación a quien se encomiende la fa­cultad de elaborar la lista de concejales, acuerda una plancha que se atempere a estas normas, sea incluyendo elementos de quienes hayamos estado o estemos distanciados personalmente, y sea cualquiera su epidermis, la apoyaremos con entusiasmo. Pero si siguiendo el mal camino de la escogencia de un personal sin independencia intelectual, al que hay que dirigirlo, se lanza una plancha que no consideramos aceptable, no cometeremos el error de contribuir a exacerbar los ánimos o entablar polémicas, limitándonos a lamentar el desacierto, y a endere­zar nuestros trabajos hacia otros tópicos que persigan el bienestar del Chocó y del municipio y la ciudad, por otros medios.

¡¡Eureka!!

Café, bananos y aguardiente. Capa limpia y buena medida. Frente al Teatro Quibdó. Avenida Primera. Propietario, Francisco A. Montoya

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