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¡Chocó, una paz atrasada!

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Leoncio Quejada C.

Ge o e s ­tratégi­camente el Chocó se convir t ió para el post­conflicto en una de las regiones de Colombia donde se agudizó la falta de garantías de no repeti­ción de un conflicto armado de más de 52 años. Existen razo­nes de orden político, económi­co y social por la puesta en mar­cha de esta realidad, unas más preocupantes que otras, pero determinantes para la reinci­dencia de grupos criminales en el Chocó.

Una de ellas es que de 456 desmovilizados, 256 no tienen ocupación económica alguna, 175 se ganan la vida en el moto­taxismo, ventas informales y sólo 25tienen empleo formal.

La reincidencia de grupos ar­mados en Chocó no es otra cosa que vacíos institucionales por parte del Estado, una realidad del ejercicio posguerra de lo cual la MAPP/OEA encontró hallazgos relevantes como cambios de brazaletes de mili­cias urbanas de las FARC-EP a filas del ELN, Clan del Golfo, Águilas Negras, estar entre la ilegalidad y la muerte por ame­nazas de otros grupos, excarce­lados recuperando territorios de tráfico de armas, microtráfico, extorsiones o simplemente inestabilidad económica.

La violencia y el miedo en nuestros territorios aumenta, aún después de la entrega de ar­mas de las Farc-Ep y las enor­mes expectativas de Verdad, Justicia, Reparación y Garan­tías de no Repetición en un de­partamento de más de 217.591 víctimas.

Se cambió de brazalete, de nombre, pero las acciones son las mismas o incluso peores, porque en medio del dominio del territorio los enfrentamiento no solo son con la fuerza públi­ca sino también con los GAO “Grupos Armados Organiza­dos”, inducción de miedo, te­rror, asesinatos selectivos de lí­deres en comunidades afrodes­cendientes e indígenas, confi­namiento, fuego cruzado y dis­puta de los grupos reincidentes, pos-desmovilizados y el ELN en las zonas que antes ocupa­ban las Farc-Ep generan una nueva crisis humanitaria en la geografía chocoana.

Las garantías de no repetición se convierten en un saludo a la bandera, una mentira más del establecimiento y seguimos contando los muertos, los altos índices de despojo de nuestros territorios y la deshumaniza­ción rampante de las gentes del Chocó, que entre otras cosas, esto, ya parece elemento co­mún.

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