Futbolistas a la fuerza
Amílcar Cuesta Torres
El Chocó ha dado una cantidad de deportistas de gran renombre, no obstante la pobrísima infraestructura deportiva que ofrece a su juventud. Ese fenómeno sólo tiene explicación en el entusiasmo de muchos jóvenes que, obstinados en el afán de mostrar sus virtudes atléticas, han vencido las adversidades para dar testimonio de la riqueza de nuestro biotipo.
Ante la ausencia de canchas, pistas atléticas o escenarios de juego ha sido la enjundia juvenil lo que ha obligado siempre a la muchachada a abrir espacios en dónde desfogar las pasiones vitales que le despiertan el fútbol, el baloncesto o el atletismo. Los nacidos en este terruño, desde temprana edad hemos construido nuestra propia zona de esparcimiento en una calle, una pampa o un solar ajeno, corriendo el riesgo de ser atropellados por un vehículo o pelearnos con los propietarios del predio.
Los terrenos baldíos han servido para jugar bola, trompo y hoyito; para transar figuritas de álbumes; para ensayar lucha libre y, en las noches de luna llena, aprender los íntimos secretos del amor. Claro, las confrontaciones entre vecinos tampoco se han hecho esperar. Muchos de nuestra generación alguna vez se llevaron una larga glosa o sufrieron una pedrada porque ensuciaron una ropa tendida al sol o porque el balón se metió a una casa ajena y rompió un espejo.
Improvisar una cancha de fútbol o microfútbol fue siempre una gran aventura que motivaba discusiones, pues la portería se medía a zancadas y el desnivel del terreno podía favorecer a uno de los dos equipos. El juego solía detenerse en forma continua cuando el balón se perdía por un desfiladero. En Quibdó alcanzaron a tener fama escenarios rústicos como La Piedra, El Maracaná, El Pasto, El Arenal o la denominada Cancha de Papeto.
Ninguna de esas canchas existe hoy. Sólo sobrevive el Chipi-Chipi, un lodazal conquistado por la juventud del barrio Tomás Pérez, que espera cubrirse con grama sintética algún día. En terrenos como este, amoldados a la brava por simple espíritu deportivo, se espantaron los vicios y se desplegó la magia de grandes futbolistas que nunca llegaron al profesionalismo, pero dejaron un imborrable recuerdo a quienes los vimos jugar.