Editorial
Sociedad agonizante
Después de tantos años de ejercicio periodístico dedicados casi en su totalidad a la temática chocoana es difícil, por decir algo, descubrir tópicos atractivos cada semana dignos de comentarios y de opinión, porque la del Chocó es una sociedad muerta o que agoniza en el reino del dejar hacer y dejar pasar.
Nada o casi nada altera el statu quo en el que se sienten cómodos los politiqueros con credencial, los gobernantes cuya titularidad les permite usar de ellas y abusar, y una pequeña camarilla de áulicos que manejan y se lucran a su antojo del poder regional y local.
Después de tantos años tenemos que registrar con desesperanza y frustración que el Gatopardo tenía razón, cuando bajo el régimen fascista de Mussolini y en defensa de sus privilegios heredados, defendió la filosofía de que algo tenía que cambiar para que todo siguiera igual.
Claro, en el Chocó no hemos tenido una clase aristocrática ni la tendremos jamás. Esos tiempos están al margen de la actual historia y no se puede devolver el reloj para procurarle a América ni el feudalismo ni La Ilustración que vivió Europa.
Pero lo que si podemos es recuperar el hilo perdido de los principios que nos legó la Revolución Francesa, de donde provienen los derechos y libertades que hoy tenemos, que están amenazados, y que inspiraron las constituciones libertarias del mundo moderno.
Son consideraciones, a nuestro juicio, pertinentes de que en Colombia –y desde luego en nuestra región– se le de cabal cumplimiento a los preceptos que alimentaron el nacimiento de la democracia. Que hoy subyace, sin pena ni gloria, bajo el amparo de quienes ostentan el poder y la fuerza.
En definitiva: después de tantos años, reconocemos que en el Chocó no hemos avanzado en la lucha contra la corrupción y que hemos fracasado en el propósito de construir una sociedad mejor. Por donde se mire, por donde se analice, quienes manipulan el poder en el Chocó navegan en un mar de podredumbre, de peculados, prevaricatos, cohechos, coimas y demás delitos tipificados en el Código Penal.
Como lo señalamos recientemente es una responsabilidad compartida entre gobierno, órganos de control y judiciales y sociedad civil.
Todos a una –como en fuenteovejuna– tenemos una cuota para responder por ese crimen contra el Estado y la sociedad.
En medio de este dramático panorama, lo que duele es que el Chocó no logre salidas a sus problemas esenciales de empleo, salud, educación, infraestructura, producción agrícola y manufacturera. Y que por cuenta de la pérdida de los valores ancestrales y del sentido de un mínimo de responsabilidad social, hemos llegado al cínico juicio del Gatopardo de que para que nada cambie que todo siga igual.