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Rescatan 19 cadáveres del naufragio en Acandí

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A los migrantes no les suministran chalecos salvavidas.


“Por un segundo todo fue caos y desespero. La ola nos cubrió por completo, partió la panga en dos y el mar acalló los gritos”, dijo Didier Dikembo Fwetete, uno de los sobrevivientes, quien también informó que pagó 1.500 dólares a uno de los dos “coyotes” dueños de la embarcación por seis cupos para su familia.


Y sigue el éxodo de migrantes. El pasado 4 de febrero otros 350 migrantes, cubanos, haitianos y africanos, agradecieron en Capurganá la ayuda recibida y se internaron en las selvas inhóspitas del Tapón del Darién, territorio plagado de narcotraficantes, bandas criminales y grupos armados que se disputan el control del tráfico de cocaína, armas y personas.


Los migrantes conocen este cuello de botella como ‘la ruta de muerte‘ porque en esos escasos 50 kilómetros entre Capurganá y Metetí, Panamá, han muerto decenas de personas en la búsqueda del “sueño americano”, muchas veces agotados por el duro camino y otras veces asesinados por los mismos traficantes, conocidos como “coyotes”.


La cadena que mueve el tráfico de migrantes entre Capurganá y Ciudad de Panamá está bien organizada. Al llegar al muelle de la localidad fronteriza colombiana los espera el “coyote”, quien por 250 dólares los lleva a una playa cercana en Nacho-Kuna, caserío de Panamá. Allí un indígena, por 250 dólares, los guía a su próximo objetivo, son mínimo tres días subiendo lomas, vadeando ríos y atravesando pantanos para llegar a Metetí. Para lograr su siguiente meta, Ciudad de Panamá, es necesario pagar 200 dólares y caminar toda la noche por pastizales evadiendo los controles del Servicio Nacional de Fronteras.

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