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El Chocó de Ayer

De la edición 3077 del periódico ABC (Octubre 25 de 1935)
Brisas del Litoral Pacífico
El Prefecto del Pacífico, Sergio Villa Valencia, habla para ABC

La casa para alojar la trilladora de arroz. Espléndida estructura de recias maderas que cabalga sobre una de los esteritos que se internan en la lengua de tierra de la población, por donde entrarán los botes y pangas cargados de arroz precisamente a la máquina. La Intendencia me ordenó hacer, para esto, un ranchón. Pero con esta edificación nos ha sucedido lo mismo que con la caseta del radio, tan espléndidamente labrado ha sido el material de estructura y con tanto pundonor han trabajado nuestros carpinteros en estas obras que al llegar al punto de echarles techo, hemos tenido que revelarnos a la idea de techar con paja, solicitando al señor Intendente su venia para que afloje un poquito y nos deje también ponerle su techo metálico a esta magnífica construcción. Y nos lo ha concedido nuestros comprensivo y entusiasta gobernante. De suerte, que en vez de ranchón tendremos una soberbia casa.


Y anote esto, amigo reportero casas espectaculares magnificas edificaciones han sido hechas por esta administración y serán entregadas listas para ocuparlas a un costo menor de $1.000 cada una.


Muy bien, evidentemente batirán ustedes un record en materia de construcciones oficiales por administración. Siga adelante, que esto está muy interesante.


Los huertos escolares de Nuquí han sido también iniciados son decisión y entusiasmo, por los inteligentes maestros que comparten conmigo las penalidades de la vida y el placer de la lucha en nuestra obra redentora. Como usted sabe, allá tenemos a José Félix Rodríguez, cabeza, nervio y voluntad; Tulio Guerrero, decisión y entusiasmo, a Melquisedec Valencia, juicio y entusiasmo, a Judith Bustamante, cabeza, corazón, virtud, abnegación y entusiasmo. Ya están los huertos azadoneados con eras de siembras en donde verdean las promesas de pan, que son a la vez gérmenes de ciencia y de cultura, de trabajo regenerador.


Frente al magnífico edificio de la escuela –obra de la administración Valencia Lozano– hemos enclavado un esbelto mástil de mas de quince metros de altura, bien acabado, pintado a franjas rojas y blancas, en el que todos los domingos, harán los niños y niñas de las escuelas a los acordes del himno patrio, mágicamente acompañado por la natural orquesta del océano, el tricolor que simboliza nuestras glorias.
 

Desde allí, besado por las olas y las brisas refrescantes de nuestro litoral, el tricolor pregonará a los cuatros vientos la soberanía efectiva de Colombia sobre sus maravillas riberas. Tenemos también, ya desmontada y sembrada, una magnífica manga o potrero de diez cuadras con pastos de micay y caña. Este es al principio indispensable del sistema de transporte terrestre que ha de servir para sangrar la producción agrícola de los valles aledaños a la rada del Nuquí, cuyas bocas son en extremo peligrosas a toda clase de navegación. Esta obra nos ha costado la enorme suma de ciento cincuenta pesos en tanto que su trascendencia tendrá de ser valorada en millares, un futuro no lejano.
Tenemos también funcionando ya una trilladora de propiedad particular, mediante un contrato por el cual, la intendencia, a un pequeño costo en petróleo y aceite podrá proporcionar a los cultivadores el servicio de pilada de arroz, a cincuenta centavos por cada quintal neto.

 

En Panguí, lindo caserío cercano a Nuquí logramos abrir y poner a funcionar una escuela en local propio y otro tanto hemos logrado hacer en El Valle y en Arusí. Y sepa que todas estas lindas casitas incuestionablemente autóctonas, son a base de techo de paja, muy recortadito y pulido, paredes de caña brava y angeo metálico y piso de madera, llenas de luz y aire del mar.


-Muy bueno, magnífico. Espléndido. Y que me dice de sus compañeros de lucha? Hablemos del material humano.
Hombre, sí. Muy justo es dejar a un lado el tradicional egoísmo de que nos habla la vieja citolegia cuando nos dice: “La gloria es siempre para el general y nunca para el soldado”. Créame usted que no es carameleo la vida en esas remotas comarcas, para jóvenes como los maestros que he citado y mi compañero y secretario Balbino Arriaga. Para estos seres, en pleno vigor de juventud, llenos de ilusiones y de necesidades que para un viejo como yo, harto ya de vivir, gozando y sufriendo, pudieran ser pueriles. Deficiente alimentación, escasísima las más de las veces; la chitra y el jején que no escasean en las noches, la carencia absoluta de distracciones distintas de la faena y el trabajo.

 

Y el abandono, la distancia, el olvido de ustedes acá, de todos nuestros amigos, que ni siquiera se acuerdan de mandar como regalo lleno de alma aunque sin costo alguno, siquiera un periódico viejo de los que ya han leído; siquiera una carta, una breve boletín de noticias.
 

No, amigo la vida para estos seres nuevos no es carameleo en la costa del Pacifico. Pero felizmente, ellos si llevan a Colombia en su alma y saben que hacen patria, patria grande, noble y fuerte, es una labor de que sólo pueden ser capaces cuerpos recios y almas templadas, como son las de ellos.
 

Ellos están convencidos de que los gobiernos jamás tienen conciencia y están resignados con el lote que les ha deparado la suerte. Abandonados, sin elementos médicos y condenados a morir sin siquiera el consuelo de una medicina administrada a tiempo, ellos seguirán haciendo patria para las generaciones de mañana.
 

Bueno mi querido colega, ya siento la garganta seca, de hablarle de esta cosa y como estoy a punto de desmayarme lleno de justa indignación póngamele punto final a su intervención y con su música a otra parte.
 

Déjeme ahora ir a pelear con el señor Intendente y váyase con sus borrones, saque lo que pueda y hasta otra vista.

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