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El Chocó de Ayer

De la edición 3077 del periódico ABC (Octubre 25 de 1935)
Manuel Mosquera Garcés atacó a Laureano Gómez calificándolo como responsable del fracaso de la política conservadora
Bogotá, 21. En la sesión de esta tarde de la convención conservadora, el delegado del Chocó señor Manuel Mosquera Garcés, hizo una elaborada defensa del grupo derechista a que pertenece. En el curso de su intervención Mosquera Garcés acometió en forma violenta contra el doctor Laureano Gómez, acusándolo de todos los descalabros de la política conservadora. El joven derechista Mosquera Garcés es un irreconciliable enemigo del doctor Gómez, a quien no le perdona cuanto hizo para amargar la vida a uno de los hombres más ilustres del conservatismo y de la patria, don Marco Fidel Suárez.


Tan agresivo estuvo Mosquera Garcés que se produjo un grave incidente entre él y Uribe Cualla, alter ego del doctor Gómez, quien se abalanzó contra Mosquera para darle puñetazos pero se interpuso el doctor Guillermo Conto Bautista para evitar un encuentro personal.
Inmediatamente después se levantó la sesión.


Los programas autóctonos
La estación H J 1 A B C, de propiedad del gobierno de la Intendencia, sigue cumpliendo su misión de divulgación cultural, en sus programas dominicales, en las horas pedagógicas y en otros días excepcionales. Se dijo aquí o se creyó en un principio, que la emisora intendencial carecía de temas para irradiar, y que la estación sería un fracaso. Por fortuna, esos vaticinios pesimistas han sido defraudados y sabemos por la correspondencia que llega a los estudios de esa emisora que, por el contrario, se esperan con ansiedad los programas chocoanos, porque revisten un interés especial de que carecen otras estaciones.


Hombres hubo aquí que consideraban como un atentado contra la estética la transmisión de trozos musicales autóctonos, y los viejos alabaos y las coplas que hicieron la dicha de quienes derrochamos energía, vigor, entusiasmo y vida, mezclándonos con ese pueblo nuestro de quien nunca tuvimos una queja, porque entonces –días lejanos de nuestra juventud– había mayor cordialidad, más sencillez, menos complicaciones económicas y sociales. Las coplas que se han irradiado y las que seguirán irradiándose, pese a los derrotistas, al par de chirimía y tonadillas locales traducen un estado de alma popular que nosotros nos empeñamos en revelar desde hace mucho tiempo, y ningún vehículo más seguro y eficaz que la radio.


Estimamos en mucho las felicitaciones que se han enviado a Reinaldo Valencia, director de la estación por voluntad de Adán Arriaga Andrade y Vicente Barrios Ferrer con motivo del programa inaugural. Y si las que proceden del Chocó especialmente las que han venido del mismo pueblo chocoano colman al director de satisfacción personal, no podemos pasar inadvertido el elogio que en una forma tan espontánea, tan gentil y honrosa para la radiodifusora y para quienes en ella intervienen, ha escrito Octavio Quiñones Pardo, el admirable y paciente escritor boyacense, que desde hace días viene deleitando al lector con las colecciones, comentadas con maestría de sabio intérprete, de las coplas boyacenses de esos hombres también sencillos como nuestros campesinos, llenos de heroicidad y en cuya brava tierra se libró la gran batalla emancipadora.


Quiñones Pardo escribe así en su magistral apunte La vida la muerte y el paisaje en el folklore poético de Boyacá que, con otros anteriores, como el famoso Botiquín de la semana antepasada publicado en El Tiempo, formará un libro para regalo de muchos entre los cuales nosotros los primeros.


“Mientras escribo estos renglones, oigo la transmisión inaugural de la estación radiodifusora de Quibdó, capital de la Intendencia del Chocó. Maravilloso su discurso, Sr Valencia, brillantísimo su programa. Y –cosa curiosa– toda está dedicado a rendirle un homenaje de admiración a la música y a la poesía popular chocoana. Estupendísimas las coplas radiodifundidas especialmente para este cronista enamorado del folklore poético nacional. Al incluir en esta crónica las coplas populares del Chocó que acabo de oír, vuelvo a sentir otra vez el hálito tibio de aquella tierra de promisión y de maravilla:


Arriba los ángeles
La están esperando
Y aquí cuatro velas
La están alumbrando


La guayaba pa sabrosa
Ha de estar medio madura
La mujer para quererla
No ha de ser cabecidura”.

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