Editorial
¿Política dinámica o dirigentes sin vergüenza?
Que la política es dinámica se escucha decir en las esquinas cuando contertulios anónimos se refieren a ese tema, que parece estar de moda siempre. Sólo los imbéciles no cambian es otra frase trajinada en esta época, pero esa sí es autoría del actual presidente Juan Manuel Santos, quien en su condición de liberal se paseó por varios ministerios en gobiernos de partidos opuestos antes de ocupar la Presidencia de la República.
Cualquier cosa se dice para tratar de justificar la costumbre de saltar de partido en partido por motivos relacionados más con intereses económicos que con rutas ideológicas.
Esa socorrida divisa del dinamismo político ha puesto en la misma orilla, quién lo creyera, a una buena parte de los actores y grupos políticos del Chocó: partido de la U, representado por la casa Sánchez Montes de Oca; Cambio Radical con el alicaído MIR de Édgar Eulises Torres; conservadores en disidencia y liberales escapados de la órbita oficialista.
Todos ellos, abrazados en la coyuntura de las elecciones presidenciales, hoy apoyan las aspiraciones del candidato Germán Vargas Lleras.
La movida no tendría que generar mayores suspicacias, por muy marcadas que sean las diferencias de origen y plataforma de cada colectividad, si no fuera por la falta de sindéresis y vergüenza de quienes hoy figuran como adeptos a la campaña vargasllerista.
Hace poco menos de dos años ese mismo candidato, mientras intentaba descalificar la lucha de los chocoanos en el Paro Cívico, trató a sus nuevos aliados de vagabundos y ladrones. “Valdría la pena que algún día se haga el balance de cuánto se ha enviado al Chocó, no en este, sino en varios gobiernos, para que la gente también se percate y deje de elegir a los mismos vagabundos”, dijo ante el país.
Para sellar el compromiso político Vargas Lleras comisionó a nadie menos que el senador antioqueño Mauricio Lizcano Arango, mencionado en el escándalo del Cartel de la toga y cuestionado por hacer pactos con grupos paramilitares para transacciones de tierras.
Como presidente del Senado, Lizcano fue un caracterizado enemigo del Chocó en el conflicto con Antioquia por Belén de Bajirá.
Su presencia en Quibdó debió haberse tomado como una afrenta al pueblo chocoano, pero no fue así. Contrario a eso, los más connotados voceros de las agencias políticas regionales le hicieron la venia y prometieron obtener la mayor votación para su causa.
Es tal la desvergüenza de la clase dirigente chocoana que no ha salido a desmentir a Vargas Lleras cuando afirma que gracias a su gestión Quibdó y otras poblaciones del Chocó cuentan con agua potable las 24 horas del día.
Ninguno de quienes hoy avalan impúdicamente su campaña ha rechazado las graves aseveraciones y señalamientos que ponen en entredicho su honradez y su trabajo.
En términos de cauda política estamos hablando de nueve alcaldes, que llegaron al cargo con su respaldo directo o en alianza, dos diputados, cuatro concejales en la capital y otros tantos en el resto del departamento, un ministro y una viceministra.
Hace pocos días Vargas Lleras envió por las redes sociales un mensaje que bien entendido serviría para ahuyentar a los barones electorales que en todo el país apoyan su postulación presidencial.
En el afán por desmarcarse de aquellos socios políticos cuestionados, trinó: “Les he notificado a los parlamentarios que me están acompañando, y a los dirigentes, que se terminó la robadera”.
Menos mal que el propio candidato conoce las mañas de su clientela.