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Ninguna manifestación de orgullo engrandece tanto a los habitantes de Ciudad Mutis como saber que su población fue planificada por una Colonia Agrícola que, hace más de 80 años les trazó unas calles amplias y rectas cual plano cartesiano.


Hoy, parte de ellas ya se encuentran alteradas y desaparecidas por las acciones del mar; otras, invadidas por todas las formas, sin que la oficina de Planeación municipal ejerza autoridad para recuperarlas o rectificarlas.


Otro motivo de legítimo orgullo fue -hasta hace menos de cinco años-, el hecho de saber que contaban con un servicio de acueducto, que, en lo básico, les suministraba agua durante las 24 horas del día, y cuya cobertura satisfacía a toda la población.


Ahora una especie de perplejidad no los saca de su asombro, tras la paradoja de habérseles construido un sofisticado y nuevo acueducto que no funciona en apariencias relativas al de antes.


Al consultar una fuente de información extraoficial, me dijo que para la construcción del nuevo acueducto –y que funciona ineficazmente para los lugareños-, el gobierno español hizo un significativo aporte de recursos económicos, además de los recursos provenientes del programa del gobierno colombiano Todos somos Pacífico, sin desconocer la cofinanciación que haría el municipio de Bahía Solano.


El precario funcionamiento del acueducto de Ciudad Mutis (Bahía Solano) hizo quejar, con sobradas razones, a un sinnúmero de ciudadanos que, por medio de las redes sociales manifiestan las preocupaciones de un servicio que en verdad pareciera no prestarse o ser inexistente.


Y eso ha sido suficiente para que las opiniones de los foristas sean diversas y variadas, propias de quienes conocen de la ingeniería civil o son especialistas de esta.


Estoy al otro extremo de aquellos conocedores del tema de construcción de acueductos; pero más que atreverme a decir algo que dicta el sentido común sobre un asunto especializado, propio para ingenieros, veo conveniente y necesario que la sociedad y las autoridades disciplinarias y judiciales conozcan un problema que no solamente llegó a tocar a los solaneños, sino que está presente en la gran mayoría de los municipios del Chocó.


Los riesgos que corren ciertas obras de ingeniería civil que se construyen en Colombia y particularmente en el Chocó, no son solamente porque no se evidencien previsibles, por ejemplo.


También se corren, en el caso del acueducto de Quebrada Seca y Quebrada Brava, porque las modalidades y formas de corrupción permiten que determinadas obras tampoco funcionen, aun con su apariencia de concluidas.


Que más diciente que la Pequeña Central Hidroeléctrica de Mutatá.


Nos contentaron con esa megaobra que, por falta de previsión, cada cierto tiempo presta un servicio discontinuo e irregular, justificable a fuerza mayor.

 

En el caso del acueducto de Bahía Solano, no saldrá ninguna inconformidad; menos, denuncias que no se conocerán en instancias judiciales contra quienes tienen la llave maestra de la corrupción con la que cerraron los registros para que no llegue una gota de agua a los habitantes de Ciudad Mutis.

El acueducto de Ciudad Mutis

Javier Alvarez Viñuela
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