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Este año arrancó con una excelente noticia cultural: la apertura y puesta en servicio de la Biblioteca Pública Departamental ‘Arnoldo Palacios Mosquera’, un es­pacio académico y recreativo que hacía mucha falta a los niños, jóvenes y adolescentes de Quibdó. El nuevo centro de lectura e investigación se encuentra ubicado a un costado del aeropuerto Álvaro Rey Zúñiga de Quibdó y sus moder­nas instalaciones hacen parte de la nueva imagen del termi­nal aéreo.

Con un horario flexible y en un ambiente de comodidad inmejorable, la biblioteca ofrece a sus usuarios una sala ge­neral para consultas bibliográficas, en la que puede albergar a ochenta visitantes; hemeroteca; aula de informática con conexión a internet, un auditorio con capacidad para cien personas y promete en un futuro un museo aeronáutico para la contemplación de fotografías de aeronaves anti­guas y, en particular, de los prime­ros aviones que arribaron al Cho­có. La sección infantil funciona en una aula debidamente dotada y de­corada para conquistar a los me­nores de trece años; en este espa­cio los pequeños lectores disfrutan de una programación especial que los convoca a la creatividad litera­ria y las artes dramáticas.

Los chocoanos no somos dados al reconocimiento de nuestros valores humanos, pero parece que esta vez empe­zamos a cambiar la historia, pues el nuevo punto de encuen­tro de los amantes de la academia lleva el nombre de Arnol­do Palacios, con lo que se rinde tributo al literato certegue­ño, autor, entre otras obras, de Las estrellas son negras.

La escogencia del nombre hace justicia con uno de los más grandes intelectuales del departamento cuyas obras, por esas paradojas del destino, se conocen y estudian a pro­fundidad más allá de las fronteras del Chocó, pero son des­conocidas aquí en su tierra natal.

El autor certegueño es, sin discusión, el escritor chocoano de mayor reconocimiento mundial. Su larga estadía en Eu­ropa y la interlocución permanente que sostuviera con inte­lectuales de la talla de Léopold Sédar Senghor, Frantz Fa­non o Rafael Alberti le dieron el pensamiento revoluciona­rio que expresaba en los cientos de artículos suscritos en periódicos y revistas de varios países. La agitación política de su tiempo y el deseo de reconocerse como hombre uni­versal lo llevaron a habitar en diversas ciudades del mundo: París, Varsovia, Moscú y Bucarest, entre otras. Ese periplo le sirvió para convertirse en políglota, pues alcanzó a cono­cer y dominar las principales lenguas modernas: francés, inglés, ruso, polaco, alemán y rumano.

Regresando al tema de la biblio­teca, esta viene a llenar en parte ese vacío cultural y académico que des­de hace buen tiempo vienen seña­lando los interesados en el tema. Desde cuando la ciudad empezó a perder el rumbo varios sectores de la opinión pública vieron la cultura y el deporte como posibles salidas a la crisis que crecía como una bola de nieve, amenazando con trastocar la vida en la, hasta entonces, apaci­ble Villa de Asís. Mucho nos aho­rraríamos en términos de delin­cuencia, drogadicción y alcoholis­mo si la clase dirigente enfocara sus esfuerzos a ofrecerles a los niños y jóvenes espacios lúdicos, recreativos y depor­tivos que los alejen de las acechanzas de los promotores de los vicios y la violencia.

Bienvenida sea, entonces, la biblioteca Arnoldo Palacios Mosquera. Que sea esta la excusa perfecta para llevar a los niños a leer y experimentar de forma lúdica, para disfrutar de un cuento mientras llega el avión que trae a nuestros se­res queridos, entretenerse en una mañana lluviosa o, en fin, paliar el oprobio de la ignorancia que nos desvaloriza como sociedad.

Editorial

De visita por la biblioteca Arnoldo Palacios

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