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El que otrora fuera paradigma de ho­nor, gloria, orgullo y prestigio, que inspi­rara a poetas, escri­tores y cantores, y que fuera despensa gratuita para la clase menos favorecida, el majestuoso río Atrato, hoy es solo una cloaca podrida y maloliente por cuenta del abuso y maltrato de quienes antaño se sentían orgullosos de vivir en sus orillas.

¿Qué mal o daño nos ha hecho, para que le paguemos de esta manera?

En las décadas del treinta, cuarenta y el cincuenta las basuras eran biodegra­dables en un 97 por ciento. De allí para acá se invirtieron estos valores y hoy el 97% está compuesto por plásticos de to­do tipo y otros elementos no biodegra­dables.

A las miles de toneladas de porquerías que le arrojamos, se suman cientos de miles de millones de bolsas, tarros, fras­cos y demás elementos, que permanece­rán por siempre causando un daño irre­parable.

Lo más diciente es que nos cacarea­mos tener tanto intelecto pero ninguna organización o persona oficial o particu­lar dio la voz de alerta.

¿Como usted, amigo lector, le expli­caría a una persona de afuera, que un río que corre por entre la selva, padece una enfermedad terminal?

Con los medios de comunicación de que disponemos hoy, nadie puede ale­gar ignorancia.

Será muy atrevido decir que esta ma­nera indigna de proceder y dejar hacer, es la medida exacta del desgobierno, y falta hasta del mas elemental concepto de interés por cuidar el entorno, de que estamos provistos y le aplicamos a cada cosa del devenir diario.

Igual suerte han corrido los ríos San Juan, Baudó, Cabí y toda quebrada que está cerca de poblaciones.

Dice el refrán que “Quien escupe para arriba, indefectiblemente le caerá en la cara”. Aquí se cumple con toda exacti­tud.

Albert Einstein dijo bien claro: “El hombre necio cree que haciendo siem­pre lo mismo los resultados serán dife­rentes”.

Y otro más sabio gritó a los cuatro vientos: “La comida de mañana siém­brala hoy”.

Pero para nosotros nada de eso tiene valor. ¿De qué estamos hechos?

Este criminal resultado no está dado por el avance científico y las mega fá­bricas, sino por las malas costumbres de propios y extraños que nunca vemos con claridad mas allá de la punta de la nariz.

Otro dicho que se cumplió fue aquel de que “lo que nada nos cuesta volvá­moslo fiesta”

Crueles y muy duras realidades para un pueblo que se acerca cada vez mas a tener que soportar la hambruna, pero que continúa ciego y torpe maltratando a la madre naturaleza, que lo único que ha hecho es servirle con todo lo que tie­ne.

¿Por qué somos así?

¿Por qué somos así?

Luis Alberto Trujillo V.
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