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Editorial

Quibdó, pánico y pobreza extrema

Acaba de transcurrir en Quibdó el enésimo Consejo de Seguridad presidido por el alcalde Isaías Chalá Ibargüen. Y por enésima vez el burgomaestre y el comandante de Policía del departamento se comprometie­ron a tomar las medidas necesarias para garantizar el orden público y la seguridad de los habitantes de una ciudad se­cuestrada por el pánico, la pobreza y el desempleo.

En esta capital cada mañana la gente se levanta con mie­do e incertidumbre por lo que pueda pasar en el transcurso del día; nadie está a salvo de un atraco o una bala perdida. Los homicidios se han multiplicado y parecen no tener control.

El blanco preferido últimamen­te por la delincuencia es el gre­mio de los taxistas; en menos de dos semanas fueron asesinados tres de ellos en hechos que al pa­recer están relacionados con la extorsión.

Aunque de los hampones no se escapa nadie del sector producti­vo, la nueva modalidad extorsiva recae sobre los constructores y al­bañiles que ahora deben pagar “vacuna” para concluir una obra de cualquier tipo.

Tampoco hay barrio, sector o comuna exento del influjo de las organizaciones delin­cuenciales. En los cuatro puntos cardinales se vive la dis­puta por el dominio territorial entre las llamadas Bacrim y células guerrilleras, pero sin duda la zona más caótica está en el extremo norte de la ciudad.

Precisamente la cita de seguridad a la cual nos referimos arriba fue convocada a raíz de la balacera que protagoniza­ron dos grupos armados al margen de la ley en el barrio El Reposo, un deprimido asentamiento a orillas del río Atra­to, en esa conflictiva zona.

Según el reporte policial, en 2017 se registraron en Quibdó 93 homicidios; se denunciaron 123 delitos sexua­les y 113 extorsiones; fueron robados 232 celulares y 239 motocicletas; hubo 14 hechos de hurto al comercio y 161 a unidades residenciales.

Esta situación de inseguridad está acompañada de de­plorables indicadores sociales que tal vez explican el ho­rror.

Las cifras hablan por sí solas: 16.3% de desempleo se­gún datos oficiales, pobreza extrema, más del 80% de NBI, desnutrición infantil, concentración de ingresos en un sector poblacional y exclusión de los demás.

El Consejo de Seguridad resultará tan infructuoso co­mo todos los que se han desarrollado a lo largo de los úl­timos años.

Quizá el asunto no está siendo abordado como se debe, y cuando se han concertado fórmulas de pacificación és­tas han sido incumplidas por al­guna de las partes.

Los problemas de inseguridad y orden público en Quibdó, por su enorme complejidad, no se re­suelven de un día para otro.

Está claro que el fenómeno no ha sido afrontado con acierto por las últimas administraciones mu­nicipales, que a su vez son las herederas de una política pública mal enfocada y carente de visión hacia el futuro.

Controlar los grupos genera­dores de miedo implica hacer uso de medidas especiales que van más allá del aumento del pie de fuerza y las reacciones de choque.

Para empezar, se necesita fortalecer el sentido de perte­nencia y amor por la ciudad.

No es sano que hoy subsistan quibdoseños de primera y segunda categoría en un poblado donde a todos nos afecta la precariedad de la atención en salud, la carencia de servicios públicos, el deterioro del ambiente y la inse­guridad.

Las fuerzas del orden deben retomar el control y arre­batarle la ciudad a la delincuencia. Ese es el clamor popu­lar, pero a su vez las autoridades civiles deben emprender acciones para recomponer el tejido ciudadano, mejorar la calidad de vida y disminuir las brechas de la desigualdad.

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