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El Chocó de Ayer

De la edición 3041 del periódico ABC (Agosto 10 de 1935)
La democracia desfigurada.
Ramón Lozano Garcés hace un análisis de la actual situación política y social en el Chocó.

En el Diario Nacional llegado por el correo de ayer encontramos la siguiente interesante carta abierta del universitario Ramón Lozano Garcés, cuya lectura recomendamos. Viene dirigida a distintas personas de esta ciudad, de los corregimientos y del San Juan.


Varios de ustedes equivocadamente lanzaron mi nombre al pasado debate electoral y muchos lo siguieron con benevolencia que tendrá siempre mi rendida gratitud. Otros de manera franca me combatieron y algunos por su posición oficial permanecieron al margen de la refriega cívica del 26 de mayo. Con este criterio de unir elementos contradictorios, los he agolpado en un haz de nombres distinguidos con la inteligencia, la cultura, el trabajo y la honradez, con el objeto de plantearles algunas cuestiones que yo considero vitales para nuestro pueblo.


Algunos de ustedes, tal vez los más jóvenes, fueron eje y alma de lo que ayer llamamos y era democracia, es decir, la masa popular irrumpiendo con varonía y franqueza en las cuestiones públicas. Pero sucedía que en el año de 1931, los que iniciamos el despertar de la conciencia del “demos” estábamos en los veinte años, no teníamos compromisos con nadie y nuestra labor, si violenta e iconoclasta como toda obra revolucionaria en sus comienzos, tenía un halo de romántico desprendimiento y era fácil constatar su base democrática. Nada esperábamos del pueblo, ningún logro recibirían nuestros consanguíneos de tal campaña, sino que por el contrario varios de ellos fueron perseguidos en sus personas y honras por los que en ese entonces todavía tenían poder para abusar, y se les paga hoy con la ingratitud de muchos que recibieron nuestra mano bienhechora.


En el Chocó ni uno solo de sus hijos se había atrevido a gritar las angustias y necesidades de su pueblo en forma racional y sistemática. Todo se movía en los garitos, en los mentideros, en las tabernas.


Nosotros superamos esa primera etapa de la transformación democrática y nos fuimos a la tribuna pública, asaltamos la prensa y llegamos hasta la masa anónima, para decir nuestra verdad, lo que el pueblo chocoano había sido y era en ese entonces, lo que habían hecho sus gobernantes, productos de miserias oligárquicas, y las rutas que habría de seguir en el futuro. Era la expresión política de lo que los factores objetivos estaban determinando en la sociedad. Por todas las vertientes y cañadas intendenciales corría la buena nueva de que el pueblo estaba dispuesto a reaccionar contra los que lo explotaban de una u otra manera y que tiempos de mejor vida llegarían para los desventurados. Pero que diga alguien cuándo patrocinamos lucha y odio de raza. Todo lo contrario. En multitud de veces hubimos de declararnos contra tan absurdo medio de buscar la mejoría del pueblo que no es ni negro, el blanco, el indio exclusivamente. Los que en ese entonces venían buscando opinión con la lucha racial, gritando: negros contra blancos, fueron siempre desenmascarados por nosotros. ‘El Lápiz’, órgano de los racistas conservadores fue suspendido y condenado por los que en esos tiempos ya alcanzábamos a tener una cultura adecuada para las luchas a favor del pueblo. Quiero anclar en estos hechos para deslindar definitivamente responsabilidades ante la historia chocoana.


La lucha de razas en la forma cruel y salvaje como se hace hoy en Chocó, es el más torpe medio para alcanzar las reivindicaciones de un pueblo abandonado y analfabeto, y crisálida del fracaso chocoano, tanto como la absurda lucha regionalista entre las dos viejas provincias de Atrato y San Juan. Los chocoanos –tal vez contra la opinión de varios de ustedes– no somos una unidad racial. Por el contrario, considero que somos una superposición racial y una ignominia racial, porque hemos vivido de la ruina del indio libre, trabajador e inteligente, a quien se expropió de sus tierras y se colocó en un aberrante plano de inferioridad económica, social y jurídica. Nosotros buscamos la unidad racial y vamos hacia ella, pero no lo hemos logrado.


La tuvimos en la época prehistórica, pudimos tenerla antes de la incrustación del negro en nuestros solares y de la emigración blanca, pero en la actualidad no existe. El “líder” mismo de la lucha racial, que ha desviado el movimiento democrático que algunos de nosotros iniciamos y colocamos sobre sus pies, es él racialmente puro o siquiera negro? Abundantes raudales de sangre blanca, de esa sangre que él abomina, quien sabe si con su acostumbrada sinceridad, corre por sus arterias y venas. El 90 por 100 de la población chocoana es producto de una feliz y maravillosa mezcla de indígenas, blancos y negros. Estamos en un caos racial con vistas hacia la formación de un tipo definido que todavía demora.


Esa masa que no se piensa, que no puede pensar porque el estado feudal conservador no le dio medios para poder pensar, porque a los gobiernos feudal conservadores bien poco les importaba la cultura de las grandes mayorías productoras de la riqueza, ese pueblo chocoano sin cultura, enfermo y miserable sin su culpa, es hoy engañado, se le esquilman sus sentimientos, se le desvía del camino luminoso que le habíamos trazado, para llevarlo a las encrucijadas mortales de la lucha y del odio racial, es decir, se le aleja del camino que debe seguir, cual es el de la orientación económica para todas sus luchas.


¿Cuándo, pregunto a ustedes y a cualquiera de mis coterráneos, cuándo, digo, los que hoy creen ser apóstoles de una democracia que no sólo no crearon sino que traicionaron, cuándo personalidades han hablado de las pequeñas y grandes realidades, trágicas realidades del pueblo? ¿En qué artículo de periódico o revista, en qué acto oficial público o privado, han demostrado los candidatos populares que se interesan por los problemas económicos del artesano, campesinos y clase media del Chocó?

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