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La biodiversidad

Luis A. Trujillo V.

Coloque­mos una lu­pa al autosu­f i c i e n t e Chocó de antaño. En esa época nadie se quedaba sin un bocado de comida y el re­al y la peseta tenían un valor significativo. Muchos hogares trabajaban la panadería, la pes­ca, la agricultura, la caza, la mi­nería artesanal, la venta de leña, lavar ropa ajena, vivanderas, etc., lo que hacía posible una economía suficiente para soste­ner alimentariamente a la fami­lia, que, aunque fuera de una manera muy elemental, era su­ficiente.

 

Nunca se moría un ni­ño por desnutrición ya que la solidaridad o mano cambiada era lo más importante. Lo que tú no tenías lo tenía tu vecino y viceversa. Hoy eso se ha perdi­do casi que en su totalidad.

Muy poco se ve hoy las deli­ciosas runchas, los pandeyucas, las almojábanas, el pan dulce, las empanadas, las carimañolas, etc.

Lo mismo se puede decir so­bre la pesca y la caza, que por mucho tiempo fueron un regalo de la naturaleza. Claro, porque cuando se recoge y no se siem­bra, siempre el saldo será en ro­jo. Aquellos pescados ahuma­dos, aquel plato de sardinas pa­ra el desayuno, hoy solo se ven unos bagres sapo y uno que otro dentón. Pero estas especies son portadoras de mercurio y otros elementos químicos nocivos que la minería sin control arroja irresponsablemente en ríos y quebradas, perjudiciales en alto grado.

Ya se olvidó aquel tiempo en que miles de peces muertos eran llevados por la corriente y en las orillas eran los niños los encargados de echarlos agua abajo.

Ya se olvidó cuando el Banco de la República, el único con luz permanente entonces, con una bombilla en la esquina, donde nosotros, estudiantes del colegio Carrasquilla, madrugá­bamos a estudiar y para enton­ces, era allí donde se vendía el oro y el platino, donde hoy fun­ciona el Kínder Nacional.

 

También olvidamos que a raíz del terrible incendio de 1966 muchos importantes e irremplazables archivos se arrojaron a la orilla del río y allí se pudrieron ante la mirada in­diferente de Raimundo y todo el mundo.

¿Quién hizo algo en su favor entonces? En la actualidad en la ciudad de Popayán existen más archivos de historia del Chocó, que aquí en cualquier parte del departamento.

¿Podrá mirarse el futuro en algún momento, sin que pro­pios y extraños, tengamos algu­na inseguridad? Amigo lector, con la mano sobre el corazón, ¿usted qué opina?

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