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Editorial

Hace 51 años

Se cumplen el próximo miércoles 51 años del paro cívico del 22 de agosto de 1967, denominado paro por agua y luz. Esta importante lucha del pueblo chocoano no es recordada en toda su dimensión por las nuevas generaciones y ha sido distorsionada como una protesta que solo desembocó en re­presión oficial y en derramamiento de sangre de tres quib­doseños.

Como en todo análisis riguroso, para llegar a conclusio­nes correctas es necesario visualizar el contexto de aquellos días y concatenar el movimiento con los hechos posterio­res. En agosto de 1967 gran parte de Quibdó continuaba en escombros, diez meses después del pavoroso incendio de octubre de 1966. Las imágenes de la conflagración y las noticias de la tragedia conmovieron a decenas de miles de colombianos que do­naron importantes recursos para la reconstrucción de la capital cho­coana. Pasaban los días, las sema­nas y los meses, el gobierno de Carlos Lleras Restrepo no iniciaba la reconstrucción de

 

Quibdó y cre­cía el descontento popular.

Al enfado por la abulia oficial en lo tocante a la reedificación urbana se sumó el colapso de la antigua planta de generación de energía con combustible.

 

Desde la segunda década del siglo XX Quibdó tuvo un precario servicio de energía eléctrica, inicialmente con un modesto generador traído por los comerciantes sirio-libane­ses, alimentado con leña, y luego con plantas que utilizaban combustible transportado en lanchas desde Cartagena. En 1942 se estructuró el acueducto por bombeo de Quibdó, li­gado en su funcionamiento al deficiente y parcial servicio de energía.

Con el crecimiento de la población, los altos costos del combustible y el deterioro natural de los equipos, la planta de generación de Quibdó entró en agonía en la década del sesenta, arrastrando en su declive al servicio de acueducto. Literalmente la capital chocoana permanecía la mayor parte del tiempo a oscuras y sin acueducto, mientras a nivel na­cional avanzaba el proceso de interconexión eléctrica. El astronauta ruso Yuri Gagarin había viajado al espacio en 1961, se preparaba la misión Apolo que llevaría dos años después el primer hombre a la Luna y los quibdoseños se alumbraban con mechones de petróleo y debían bañarse en el río Atrato y en las quebradas cercanas.

La dilación en el arranque de las obras de reconstrucción y la ausencia de agua y luz activaron la protesta del 22 de agosto de 1967. Los comerciantes formaron un comité de paro cívico y los estudiantes del colegio Carrasquilla salie­ron a las calles. El justo grito de “agua y luz” retumbó en las calles de Quibdó.

Los gobiernos nacional y regional, en lugar de atender las correctas peti­ciones del pueblo, respondieron con la más cobarde represión.

Parapetada en los muros de la Ca­tedral, la policía disparó a mansalva contra el pueblo de Quibdó y tiñó las calles con la sangre Luis Tercero Le­mus, Francisco Cuesta y Filiberto Córdoba.

Un maestro, un estudiante y un ebanista ofrendaron sus vidas el 22 de agosto de 1967, hace 51 años, por el “delito” de exigir mejores condiciones de vida. Quibdó fue militarizada, más de un centenar de perso­nas fueron heridas, aporreadas o encarceladas y otras fue­ron procesadas en consejos de guerra.

 

La masacre de Quibdó se conoció en todo el país y el go­bierno de Lleras Restrepo se vio obligado a iniciar la re­construcción urbana y a gestionar recursos para la interco­nexión eléctrica Bolombolo-Quibdó, obra que fue termina­da en 1972.

La vital interconexión eléctrica Antioquia-Chocó fue fe­cundada el 22 de agosto de 1967, fue el resultado de ese paro cívico, fue un logro de los quibdoseños de la época, fue un fruto maduro que germinó de la sangre de Luis Ter­cero Lemus, Filiberto Córdoba y Francisco Cuesta.

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