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Editorial

Desempleo y pobreza

El DANE informó que el desempleo en Quibdó subió 20,3%. El guarismo es escandaloso al com­pararse con el promedio nacional, que es del 11,8%.

 

Aunque dicha cifra está por debajo de la realidad, pues para los ejecutivos del organismo estadístico hasta el rebusque diario se califica como empleo, es preocupante que nuestra capital nunca baje del primer lugar en estas mediciones y, peor aún, que las personas responsables de encarar la situación permanezcan tan indiferentes.

Los índices de desarrollo so­cial de la ciudad son igual de alarmantes. El 58% de los habi­tantes de Quibdó vive en situa­ción de pobreza monetaria, mien­tras que el 30% sufre los rigores de la pobreza monetaria extrema, es decir están en la miseria o la indi­gencia.

De otro lado, en lo que res­pecta al coeficiente de Gini, aquel que mide el nivel de desigualdad entre los habi­tantes, Quibdó presenta un elevado 0,528. Vale decir que dicho coeficiente implica mayor desigualdad mientras más cercano esté al dígito uno.

A este rosario de precariedades debe sumarse un re­gistro de Necesidades Básicas Insatisfechas que sobre­pasa el 82% y otros fenómenos conexos como desnu­trición infantil o mortalidad materna. En todos estos casos las estadísticas del Chocó superan con creces los promedios nacionales.

Citemos otro ejemplo: según reportes oficiales, en nuestro departamento las complicaciones durante el em­barazo, parto y posparto dejan 358 mujeres muertas por cada cien mil niños nacidos vivos. En el resto de Colombia la relación es de 55 fallecidas.

La debacle social también nos tiene inmersos en una ola de violencia e inseguridad nunca antes vista. Y, lo que es más grave, ha creado un sentimiento pánico y desesperanza del ciudadano de a pie. En los últimos años se han disparado de forma escandalosa los casos de atraco a mano armada, extorsión, hurto en viviendas y homicidios.

Quibdó es hoy por hoy una de las ciudades más in­seguras del país, o tal vez en ese fenómeno también ocupamos el primer puesto.

Importantes sectores han sido literalmente tomados por la delincuencia organizada en bandas juveniles. Barrios centrales como San Martín o La Aurora son sitios prohibidos para los agentes del orden. Y ni qué decir de las deprimi­das zona norte y zona sur (Cabí) con sus cordones de miseria. Pese a todo, el desolador panorama que presenta la ciudad parece no inmutar a las au­toridades locales.

En Colombia el capital financiero de EE.UU. impuso un modelo económico desigual que so­lo permitió en unas regiones un capitalismo enclenque que hoy agoniza.

En Chocó el modelo impuesto instauró saqueo de recur­sos, con una economía improductiva, repleta de desemplea­dos que aumentan por aplicación de políticas neoliberales de las últimas décadas.

Lo que estamos padeciendo es el resultado de la pér­dida de soberanía y de nulo respaldo a la producción nativa. Hasta ahora no se conocen planes a mediano o largo plazo para superar tan pobres indicadores sociales.

Se hace urgente entonces que la generación de em­pleo en Quibdó tenga un espacio en la agenda que manejan tanto el gobierno nacional como los gobiernos regional y local. Unas medidas de excepción o un plan de restauración para la ciudad pueden ser la salida a esta triste realidad.

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