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Glifosfato y mujeres futbolistas

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Mario Serrato Valdés

El asunto es sim­ple, fumigamos 200 mil hectáreas de hoja de coca y listo. Las 80 mil familias que viven de eso, re­signadas y concien­tes del daño que ha­cen, se pondrán a ver Elif en las tardes y en las noches pen­sarán, con devoción religiosa, en las razonables cuentas y ar­gumentos del ministro de Defensa, gra­cias a las meditaciones orientales del campesinado dispuesto al patriótico sa­crificio, el gobierno ahorrará uno o dos billones de pesos en los innecesarios programas de sustitución de cultivos. Entre tanto, alguien sensato e inspirado, escribirá el primer capítulo de un libro que llevará por título “¿Por qué tanto imbécil llega al poder?”.

Los dirigentes del fútbol colombiano tuvieron un comportamiento cana­lla con las jóvenes futbolistas de Co­lombia. Las denuncias de acoso sexual y malos manejos de los dineros inter­puestas por las deportistas, fueron res­pondidas con la cancelación definitiva de los torneos en que tenían planeado participar.

El amor por el deporte, la nobleza ju­venil, el éxito alcanzado en campeona­tos internacionales y la esperanza de triunfo de las jóvenes atletas colombia­nas, cedieron su dignidad y ánimo al ab­domen pronunciado, al tabaco malo­liente, a la patanería machista y a la che­quera obesa e indolente, características esenciales de los dirigentes del fútbol en nuestro país.

Escucho y leo con frecuencia que los buenos somos más, no tengo dudas so­bre ello, pero los malos tienen el poder.

Erradicar cultivos de hoja de coca con glifosato equivale a dar limos­na: tiras una moneda que limpia tu con­ciencia y después no te importa ni preo­cupa que el mendigo cambie de calle.

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