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Trump, el museo de Brasil y ganancias de banqueros

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Mario Serrato Valdés

Los presidentes de los EE.UU saben que las invasiones y los bombardeos a países pobres y sin capacidad de reac­ción recuperan ima­gen y dotan de cre­dibilidad a sus go­biernos. ¿Alguien me quiere recordar cuál es el propósito de la visita de Trump a Colombia en el mes de noviembre? No creo que venga a disculparse con Pastrana y Uribe por haberlos dejado como el ternero en la recepción de un hotel de lujo en Miami.

El descuido y la desfachatez adminis­trativa permitieron que el Museo Nacio­nal de Río de Janeiro ardiera en llamas mientras se quemaban 20 millones de piezas de historia, arqueología, antropo­logía, ciencias naturales y arquitectura, entre muchas otras maravillas de la cul­tura. Los administradores públicos sura­mericanos sienten por la cultura un des­precio incomprensible.

El dinero para la guerra y para satisfa­cer las ambiciones de los banqueros es sagrado, no así el de la cultura, la educa­ción y la vida. Ese incendio infame se podía evitar pero no se hizo porque la cultura no le importa a los mercaderes del poder.

20 billones de pesos ya recaudados en impuestos a los colombianos, reposan tranquilos en la cajas fuertes de la banca privada en donde generan dividendos descomunales a los dueños de las enti­dades financieras. Entre tanto, el minis­tro de Hacienda, planea imponer seve­ros recortes al presupuesto destinado a la inversión social. El gobierno de Co­lombia decidió que es preferible quitarle la alimentación a un niño Wayuu o cho­coano, que reducir las ganancias invero­símiles de Luis Carlos Sarmiento Angu­lo. ¿En serio votamos por eso?

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