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Un interrogante obligatorio en estos días que esta­mos ad portas de unos comicios electorales es el siguiente: ¿de qué le ha servido a la región del Baudó, en términos de progreso, la presencia de dos de sus hijos en el Congreso de la República en representa­ción de nuestro departamento? Dijimos hace cuatro años, cuando Nilton Córdoba Manyoma y José Bernardo Fló­rez ganaron los dos escaños en la Cámara de Represen­tantes, que esta podía ser una oportunidad histórica para visibilizar y buscar soluciones a los ingentes problemas que aquejan a los habitantes del Baudó.

En efecto, quién más que los dos congresistas, nativos baudoseños, podrían trabajar con mayor efi­ciencia por las reivindicaciones de ese abandonado rincón de la pa­tria. Su paso por sendas alcaldías, Medio Baudó el uno y Bajo Bau­dó el otro, garantizaba que tenían identificadas las necesidades de su tierra y con todo ahínco trabaja­rían por sacarla del ostracismo en que ha estado sumida histórica­mente. Pero no hubo tal. Pasaron cuatro años, ocho en el caso de Flórez, y la región del Baudó continuó ejerciendo su papel de cenicienta del Chocó y de Colombia.

Las comunidades baudoseñas siguen aisladas e inco­nexas por la falta de infraestructura carreteable, la gente alumbra las noches con velas o lámparas de petróleo por­que a sus hogares aún no llega el milagro de la electrici­dad. Las enfermedades todavía son atendidas por chama­nes y curanderos tradicionales debido a la ausencia de hospitales o centros de salud. Los niños no conocen un sanitario y en sus escuelas escasean los pupitres y table­ros. A la indignante pobreza se suma la crisis humanitaria provocada por la presencia de grupos armados al margen de la ley que llegan buscando refugio en la zona y salida para sus cargamentos de narcóticos y armas.

A pesar de toda esta calamidad, en la legislatura que agoniza no se conoció el pronunciamiento de los dos re­presentantes baudoseños para atraer la mirada del gobier­no central hacia su tierra natal.

Ni un solo debate promovieron para recriminarle a Co­lombia su indiferencia, rayana en el desprecio por esta noble tierra. La gestión de Córdoba Manyoma y Flórez Asprilla se concentró en con­seguir puestos en la nómina oficial para sus amigos y con­tratos para los financiadores de sus campañas; a cambio, aprobaron con patética obe­diencia la reforma tributaria, la venta de los bienes del Esta­do y el resto de iniciativas per­niciosas del ejecutivo.

No obstante sus precarios resultados en el estrado legis­lativo, este dúo fatal se pre­senta otra vez en la baraja de aspirantes a la representación en la Cámara baja. Aparecen sin una pizca de reato en la coyuntura electoral, rodeados de otros candidatos insus­tanciales entre los cuales figuran varios delfines, herede­ros de las tradicionales casas políticas de la comarca.

Los mismos con las mismas, diría el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Más allá de que no trabajaron por su solar nativo, el único legado visible de los dos

 

Represen­tantes a la Cámara nacidos en el Baudó está encallado en la mudez, el ausentismo, y, en el caso de Córdoba Man­yoma, su protagonismo en el sonado escándalo del cartel de la toga. En razón de esto, poco podría esperar el Chocó de ellos ahora que aspiran a ser reelegidos.

Editorial

¿De qué le sirvió al Baudó?

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