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A principios del siglo XX el Chocó era uno de los territorios que más aportaba recursos al país, por la exporta­ción de oro y platino. De he­cho, el Chocó fue el principal exportador mundial de platino.

Ese auge propició la inversión en industrias y el incremento sustan­cial del comercio a lo largo y ancho del territorio, con fábricas de bebi­das gaseosas, muebles, bujías, con­fites, pastas y jabones. Mención aparte fue la construcción del inge­nio Sautatá para la producción de azúcar.

Era tan importante nuestro actual departamento que algunos comer­ciantes de la época, se daban el lujo de tener oficinas en Nueva York y París. Así de simple: había visión comercial global.

Ese devenir abrió la necesidad de elevar la intendencia a departamen­to, para así obtener del gobierno central los elementos necesarios pa­ra cumplir con los planes de nues­tros políticos y empresarios de la época, de ubicar al Chocó en el con­texto internacional, a través del de­sarrollo de la costa Pacífica y abrir­se al mundo (la vía que se pensó en esa época como prioridad era hacia Bahía Solano), a esto sumado la in­versión en las industrias de la épo­ca. Esto se hacía necesario pues las fluctuaciones del precio del platino y su posterior descolgada hacía vul­nerable la economía local.

Se planificó la preparación de los líderes en las mejores universidades de Colombia y del exterior para continuar con esa visión de futuro, pues se tenía claro las potencialida­des del nuevo ente territorial.

¿Qué sucedió?

Nuestros actuales líderes perdie­ron la visión de desarrollo, que lle­vó a la creación del departamento.

Ahora, esa visión empresarial y comercial dio paso a una visión de asistencialismo y dependencia de los giros de la nación.

Pasamos de tener un territorio donde se podía invertir en industria, a un departamento dependiente, que no produce nada. En mis 47 años de vida, no he visto nada dife­rente a lo que vi en mi infancia. No hay inversión en infraestructura, no hay en inversión social. No hay de­sarrollo de nuestras costas, no hay nada.

Es triste ver que en estos 70 años de vida departamental, el Chocó se estancó. Entonces, no hay nada que celebrar y sí realizar un replantea­miento, contando con los profesio­nales más destacados, sobre la ne­cesidad urgente de generar propues­tas de desarrollo económico, y que el pueblo entienda la necesidad de cambiar los líderes actuales, con personas con visión global, que nos ayuden a recuperar la visión de nuestros antepasados. Si volvieran a la vida y vieran esto que hay aho­ra, volverían a sepultarse.  

70 años del Chocó: entre la frivolidad y la solemnidad

Marcel Echeverry
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