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Hay unos textos y gráficas, a manera de mural, inscritas sobre una de las paredes medianeras descubiertas del edificio que llaman “Palacio Municipal” de Bahía Solano, y donde quedan las dependencias de la alcaldía municipal, que anuncian y promueven la limpieza en ese bello ente territorial. “Mi playa limpia, mi Bahía Solano limpio” es el lema. Es una campaña que adelanta la Secretaría de Ambiente con apoyo de la comunidad y los hoteleros.


Cada cierto tiempo los órganos del Estado presentan ese tipo de campañas. Desde 2016, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo lideró “Colombia Limpia”, con el fin de mantener los destinos turísticos limpios por “parte de los agentes prestadores de servicios públicos” y para que la sociedad asuma la “conciencia de proteger” esos lugares, al darle el adecuado “manejo a los residuos sólidos”.


De esas prácticas no se han escapado los estudiantes de los colegios públicos. Jornadas cívicas de limpieza las lideraban en Bahía Solano los rectores. En el que estudié se construyeron, con ayuda de los alumnos, escenarios deportivos. Una especie de cofinanciación abusiva, irresponsable y riesgosa de las obras, y cuyo aporte fue costoso, si se sabe que un compañero de curso de entonces quedó en silla de ruedas. ¡Éramos niños, adolescentes o jóvenes!


Si la propuesta de la limpieza en Bahía Solano, entendida como la que se hará (o se hizo) en los centros turísticos, proviene del sector hotelero, pareciera ser una imposición. Pues tanto ese gremio como la industria del turismo saben que lo mejor que tiene para mostrar en la localidad son sus playas y avenidas principales por donde concurrirán forzosamente sus clientes o turistas.


A la lógica del turismo ecológico que se vende en Bahía Solano y en el Chocó le ha interesado exhibir inalterado el entorno de una belleza exuberante que no puede verse agredida por la falta de cultura conservacionista. Sabe que sus visitantes no interactuarían con la naturaleza pura que ofrecen, lo que serían las mismas prácticas de contaminación de los lugares de sus procedencias o de otras regiones donde desmejoran sus calidades de vida.


Mar, ríos, playas, quebradas, senderos ecológicos, cascadas, bosques, ecosistemas, corales, aves, reptiles, flora, fauna, tortugas, ballenas, peces, etc., son lugares y cosas para ver, conocer y disfrutar. Maravillas y bellezas que hacen de los turistas la aventura más fascinante y divertida incontrastable con el turismo comercial y convencional. Y aunque así se quiera explotar, tras la generación de riqueza y dividendos, paradójicamente, simulamos el paisaje que tenemos.


En todo caso, la campaña antes referida es de aplaudir, pero desenfoca males evidentes: el saneamiento ocasional que se hace no es más urgente que el de evitar la ventajosa y acelerada contaminación del basurero de Bahía Solano, que, sin las condiciones técnicas y sin el control de las autoridades ambientales, se convirtió en el vertedero insalubre que agrede y deteriora todas las áreas de su influencia, sin evitar el efecto nauseabundo provocado por la fetidez y las aguas sentinas que destila. Negligencia de todas las administraciones.

Realidades y paradojas

Javier Alvarez Viñuela
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