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Chocó y Colombia navegan en un mar de incertidumbre

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Jesús Arnelio Serna Lloreda

Con mucha aten­ción escuché al Presidente Duque el pasado 3 de no­viembre en Quibdó en el taller “Cons­truyendo País”, donde al Chocó es­peraba soluciones concretas a sus in­gentes problemas.

Pero después de es­cuchar y analizar todas las intervencio­nes del presidente y la diplomacia mi­nisterial, concluí que aquí no había nada y que esta no fue más que una visita pro­tocolaria y turística y que el Chocó se­guiría en las mismas porque el proyecto “Construyendo País” solo es un sofisma de impresión y una burla palpable para el Chocó. El taller se pareció más a una mesa de ping pong porque el Presidente no le prometió nada al Chocó, y cuando le requirieron el cumplimiento de los puntos acordados en los paros cívicos por la salvación y dignidad del chocó, no hacía más que tirarle la pelota a cada ministro, quienes no respondieron en forma claras ni colmaron de satisfac­ción al pueblo chocoano, demostrando con esto que el Chocó hoy es un enfer­mo o un muerto sin doliente.

El Chocó no es un mendigo ni le está pidiendo migajas al gobierno. Solo le está reclamando o exigiéndole lo que por ley le pertenece. También observé que ante la negativa del gobierno en dar cumplimiento a lo acordado en los pa­ros cívicos, algunos de los que intervi­nieron, lo hicieron en forma suplicante como pidiendo un favor.

Hoy el gobierno se ampara en el Plan Nacional de Desarrollo argumentando que no hay plata para satisfacer las ne­cesidades del Chocó; quizás por la or­fandad de no tener en el congreso quien le reclame sus derechos. Hay que tener en cuenta que el Chocó también le apor­ta a la nación y por lo tanto no puede seguir sufriendo la marginalidad del go­bierno. No es prudente que para que al Chocó se le reconozcan sus derechos, tendría que poner una gota de sangre.

En el caso de Colombia miremos esta paradoja.

En la baraja de aspirantes a ocupar el solio de Nariño, y sobre todo con el Centro Democrático, fueron muchas las connotadas personalidades que aspira­ban a ese cargo, muchos con excelsas cualidades, que si conocen al país y sus grande problemas, pero de un momento a otro se cambió el panorama político de ese partido porque primó más la im­posición de una persona que la demo­cracia del pueblo.

Este hecho en gran medida es lo que ha creado una fisura en el seno de ese partido, y como un caso increíble hoy vemos que el mismo arquitecto que le ayudó a construir el barco del triunfo al presidente Duque, hoy ese mismo lo ex­horta a enderezarlo porque este está tor­cido y se le puede naufragar.

Si esto ocurre, es porque el arquitecto que le ayudo a construir el barco no le enseñó a manejarlo; motivo por el cual el país hoy es un barco a la deriva sin rumbo fijo, sumido en la más aguda cri­sis política, administrativa, social, eco­nómica, y cultural. Todo esto es produc­to de la parcializada e improvisada im­posición caudillista y que hoy tiene al presidente en la peor encrucijada.

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