No estigmaticemos a los venezolanos radicados en el Chocó
Alex Noha Arce
Hace pocos días observé en la calle 26 o Alameda Reyes de Quibdó a unas venezolanas vendiendo unas ricas arepas, típicas de su país, muy apetitosas y bien presentadas.
Tenían un letrero que decía ‘Arepas Venezolanas’, pero muy pocos peatones les compraban, las miraban como un bicho raro e incluso hasta con desprecio y xenofobia.
En Quibdó los emigrantes venezolanos se encuentran dispersos en diferentes barrios y buscan salir adelante como mano de obra barata, en peluquerías, rapimoteros, oficios varios, o labores no bien vistas a nivel social, y son discriminados.
La comunidad venezolana es víctima del pordebajeo, de chistes en las redes con las mentadas venecas.
La tendencia es de que por unos pagan todos.
Así como hay gente haciendo cosas indeseadas en Colombia, también hay gente queriendo salir adelante, buscando una mejor forma de vida.
Una hermana venezolana nos dijo: “Es muy triste pasar por la calle y que algunos nos menosprecien o comenten de manera despectiva: Ahí van las venecas. En el pasado vivíamos muy bien en nuestro país. La vida da vueltas y nos tocó vivir acá a la inversa”.
Venezuela afronta una gran crisis. Antes los colombianos la teníamos como lugar ideal para viajar, trabajar, ir a vivir o hacer compras.
Hoy la comunidad, presenta altos niveles de desplazamiento hacia diferentes países, en especial al nuestro, ingresando por Cúcuta, recorriendo grandes distancias para llegar y radicarse, probar suerte en el Chocó.
La pregunta es, ¿cómo se brinda oportunidades a nuestros hermanos, en lugar de rechazarlos en los diferentes niveles, en especial en el laboral? Es de admirar el caso de la profesional Stella Díaz Lloreda, que junto a la Fundación Talentos de Corazón, que gestionó con varios comerciantes la entrega de mercados a algunos de nuestros hermanos de Venezuela.
Los gobiernos deben actuar dándoles herramientas, procurando su dignidad, ya que es un problema social que afecta a todos.
Es pertinente buscar soluciones en lugar de darles la espalda, o como decía mi tía Macaria, “hacerse los caraegallinas”.
Pongámonos la mano en el corazón y ayudemos a nuestros hermanos venezolanos, ya que son parte de nuestra sociedad.
Un llamado a dejar la indiferencia, el desprecio por los necesitados, el racismo, ya que somos el mismo pueblo liberado por Simón Bolívar.
Fueron nuestros compatriotas en el pasado con la Gran Colombia.
Como dice el dicho, “Hoy por ti, mañana por mí”.