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Editorial

Solidaridad con nuestros hermanos

Atravesamos una coyuntura difícil. Una de las más traumáticas y que requiere de solidaridad nacional. La naturaleza desbordada en todo el país ha sido especial­mente inclemente en nuestro medio.

El Atrato, el San Juan y el Baudó no cesan de crecer y de inundar los caseríos y terrenos ribereños. Mucha de nuestra gente está vivien­do “en canoas”, una forma de sobrevivir ante la implacable asechanza de nuestros ríos.

Paradójicamente lo que constituye nuestra mayor riqueza, como tierra super húmeda del planeta, hoy es nuestra mayor tragedia.

Como lo hemos dicho re­petidamente, solo cuando la tragedia recae sobre el Chocó, se vuelven los ojos de Colombia para de alguna manera manifestar su solidaridad con sus gentes.

En los telenoticieros hemos visto el desgarra­dor espectáculo de nuestros pueblos sumergi­dos. Al padecimiento de una violencia ajena a sus costumbres y creencias, ha debido agregar los maltratos de una naturaleza que persevera en darnos lecciones letales.

Hasta hoy los miles de damnificados no han recibido la solidaridad de un Estado apático e indiferente con sus connacionales.

El Medio y Bajo Atrato, y todos los ríos afluentes están rebosados y amenazantes.

Lo que ayer era fuente de vida hoy es signo de destrucción.

Los municipios de Medio Atrato, Bojayá, Vigía del Fuerte, Murindó, Carmen de Darién y Riosucio (incluyendo Belén de Bajirá) están inundados. Sus pobladores han perdido sus cultivos y animales de corral y muchas de sus viviendas.

Nada es posible para impe­dir la acción de la naturaleza desenfrenada en el trópico en que vivimos, pero el Estado, llamado a atender las necesi­dades de sus connacionales, tiene la obligación de prevenir los desastres y de asistir a los miles de damni­ficados.

Y la solidaridad pública, también. Son nues­tros hermanos a los cuales no podemos darles la espalda. Esta casa editorial incita a todo el Chocó no anegado, a ayudar a nuestros herma­nos bajo las aguas, con una solidaridad efecti­va, entregando no solo que nos sobre sino has­ta lo que nos haga falta.

Se trata de un acto de identificación patrióti­co que, tal vez, nos reconciliará con la historia.

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