¿Bienes mostrencos?
Por las redes sociales, algunas personas de Bahía Solano han hecho viral el inadecuado manejo del relleno sanitario y la falta de control de bovinos y caballares que deambulan en las vías de Ciudad Mutis pero nadie trata la ocupación del espacio público con carros y motos que en su mayoría prestan un servicio de transporte ilegal.
Sobre los equinos y bovinos en las calles pareciera ser un hecho que se volvió cultural, tras la relación hombre- animal que ha existido en la humanidad.
Lo mismo puede decirse de los carros, como si embellecieran las calles.
Los planes de gobierno que los alcaldes han puesto a consideración del concejo municipal y que denominan con simpáticos slogans, son paradójico: ¿A quién le consta que se hayan conducido semovientes a albergues adecuados? ¿A quién le consta que la autoridad de tránsito -inexistente-, controle las infracciones a las normas de tránsito?
Si hay algo que amenaza a la población expuesta al caos es la falta de control de carros, motocicletas y semovientes, que sufre la pérdida de seres humanos. Ni la pista del aeropuerto se escapó de ser la pesebrera o dehesa, donde cada noche dormía el ganado suelto.
Dentro del marco del principio de “protección al animal” de las normas vigentes, las autoridades de Bahía Solano deben velar por la seguridad y salubridad de los animales.
No pongo en duda que los funcionarios de la alcaldía y la policía, han constatado que los equinos quedan atrapados por el mar cuando la marea inunda la playa de la bahía mientras se asolean. ¿“Aprehensión material preventiva”?
Desconozco las semejanzas o diferencias que pueda haber entre ambientalistas y animalistas; pero algo me queda claro: en Bahía Solano abundan los primeros con inocultables y mezquinos intereses económicos.
Por eso, la protección o el cuidado de los animales domesticados que refieren las leyes colombianas demanda mayor atención, para cuya dedicación no aparecerán los proteccionistas de especies mayores que quieran trabajar sin interés.
Sin querer, me enteré del tema de los animales ambulantes.
Y conocí de primera mano la resolución que dictó un alcalde para reglamentar el procedimiento de los semovientes que se encontraban en las vías.
No puede sentir más pena ajena.
El galimatías de esas normas eran producto de confusiones procedimentales para que un funcionario con función policiva se abrogara atribuciones jurisdiccionales para declararlos bienes mostrencos.