Editorial
Barule, hace 291 años
Según el historiador Germán Colmenares, en el año 1728 existían en la entonces Superintendencia del Chocó 3.600 esclavos negros distribuidos en 50 cuadrillas, la mayoría propiedad de "señores de mina" payaneses, soportes del imperio español.
El Superintendente del Chocó era Julián Trespalacios y Mier, asentado en Nóvita con su Maestre de Campo y su fuerza militar. Cada entable minero poseía un administrador, una iglesia o capilla con su doctrinero, una fragua para reparar los barretones, almocafres y otras herramientas, varias canoas, una troje para guardar el maíz y paupérrimas chozas para los esclavos, llamados "hombres de Guinea".
La mayoría de los reales de minas estaban ubicados en Nóvita, Sipí, Iró, Mungarrá (Tadó), Citará y Bebaramá. Crecía la explotación minera en el Chocó y en ese momento la mayoría de los esclavos llegados a Cartagena eran comprados por los señores de mina payaneses para ser introducidos a la región en largas travesías por los ríos Magdalena y Cauca, y luego por el fragoso camino de Ita, que comunicaba el río Cauca con Nóvita.
Hombres y mujeres arrancados violentamente de la Costa de Oro de África eran encadenados en hediondos arcones de las galeras de los asentistas ingleses que cruzaban en dos meses el Atlántico, y luego eran vendidos en Cartagena por 220 pesos de plata (patacones) los adultos y por 200 los muleques (niños). Quienes sobrevivían los horrores del viaje llegaban a los entables chocoanos a laborar de sol a sol en los socavones y acequias, con una dieta pírrica de plátano y maíz, bajo el látigo físico de los administradores de mina y la amenaza religiosa del cura doctrinero.
Fueron permanentes las rebeliones y el cimarronaje. Una de las sublevaciones más conocida de presentó el 19 de febrero de 1728 en los entables de Mungarrá, donde 120 esclavos de varias cuadrillas se levantaron y dieron muerte a los capataces.
Esta rebelión fue liderada por un esclavo llamado Barule, recientemente comprado por Juan García Hurtado, quien al parecer había sido llevado a una colonia inglesa, ya que se expresaba en inglés. A los pocos días los esclavistas debelaron la insurrección y el Superintendente Trespalacios ordenó ejecutar a Barule y a Antonio y Mateo Mina.
La rebelión de los esclavos de Mungarrá de 1728 iba dirigida contra la dominación colonial española, contra la esclavitud, y buscaba la libertad y una nueva sociedad. Junto con los levantamientos indígenas y las protestas de los comerciantes y criollos, contribuyó a abrir la senda que luego desembocó en el levantamiento de los comuneros de 1781 y más adelante en la Revolución de Independencia de España.
De allí la importancia de seguir la lucha por la restitución de la cátedra de historia en el pénsum educativo y rendir homenaje a ese esclavo rebelde que hace 291 años dejó a un lado el temor y la pasividad, se opuso al despótico gobierno de la época y entregó su sangre por una nueva sociedad. Casi tres siglos después brilla la memoria de Barule y quedó en el basurero de la historia el otrora poderoso imperio español.