Editorial
Alto costo de la vida en el Chocó
Ahora que los grandes medios nacionales se ocupan de tener bien informados a los colombianos sobre la crisis alimentaria que padece la vecina república de Venezuela, vale la pena dirigir la atención hacia la escasez de productos de primera necesidad que acusan los centros urbanos del Chocó y especialmente su capital. Porque ante todo, como reza el proverbio bíblico, se debe revisar la viga en el ojo propio y no la paja en el ajeno. En efecto, durante la semana santa se evidenció con mayor rigor la insuficiencia del alimento base en la cocina de los chocoanos: el infaltable plátano.
La tradición culinaria chocoana está fundamentada en el plátano y sus derivaciones, desde la tajada menuda con queso costeño hasta el típico tapao de chere. Incluso últimamente la estrategia del rebusque ha disparado la venta de plátano maduro asado en las esquinas, con lo que varias personas alivian su situación económica. Por eso no tiene explicación racional que en un departamento con tantas tierras aptas para la siembra no se cultive suficientemente el producto de mayor consumo entre sus ciudadanos.
Ahora bien, el problema de desabastecimiento no ocurre solamente con el plátano y sus variedades. Comparada con épocas anteriores, la cantidad de bocachico u otras especies de pescado de agua dulce que está llegando a Quibdó es poca. Además de esto, la mayoría de los peces que se venden no cumplen las tallas mínimas, pero el fenómeno parece no preocupar a las autoridades correspondientes. Las consecuencias se aprecian tanto en la mesa como en la microeconomía local puesto que, por citar un ejemplo, la ausencia de plátano y bocachico desestimula a su vez el cultivo y la venta de limón.
Adicionalmente, la ciudadanía ha denunciado con insistencia la escasez de gas, un derivado del petróleo de primerísima necesidad por ser la principal fuente calórica de cocción en los hogares. Hace más de dos meses se suspendió en Quibdó el servicio de gas domiciliario sin que hasta ahora se haya dado una explicación convincente a esta anomalía. Para cocinar los alimentos los usuarios han tenido que comprar las pipetas que se venden en forma ambulante, recurrir a las estufas eléctricas exponiéndose a las abusivas tarifas de la empresa Dispac, o en algunos casos apelar al fogón de leña, tan perjudicial para el medio ambiente y la salud humana.
Sobra decir que el desabastecimiento de los productos referenciados ha dado pie a una ola especulativa de grandes repercusiones en el bolsillo de los más pobres: el plátano, cuya ración de 64 unidades no pasaba de 36 mil pesos, se ha elevado a 60 mil pesos; la ensarta de diez bocachicos, no importa si están a medio manir por la inadecuada manipulación, puede llegar a valer 25 mil pesos; el cilindro de gas de 40 litros que costaba entre 38 mil y 42 mil pesos, hoy no se consigue en menos de 60 mil pesos.
Lo que estamos registrando sucede en una ciudad que tiene los más altos niveles de pobreza y miseria en Colombia, donde el coeficiente Gini que mide la desigualdad social se eleva a 0,531 y supera a todas las capitales de la nación. Traducción: Quibdó es la ciudad más desigual de Colombia, que a su vez es uno de los países más desiguales del mundo.
A todas luces se nota la falta de acciones conducentes a conjurar la crisis y el desabastecimiento en el Chocó. En el caso del plátano, por ejemplo, se ha quedado corto el gobierno departamental, especialmente la Secretaría de Agricultura, en impulsar una política de siembra masiva de “comida de mancha” como llama la gente del común al grupo alimentario de las musáceas.