Compraventa de votos y fraude electoral
Mario Serrato Valdés
El soborno es un delito. Quienes participen en su comisión a cualquier título (autoría, coautoría o complicidad) cometen delitos. Incurren en conductas que deben ser sancionadas penalmente. Todos los latinoamericanos que coparticiparon, recibieron, negociaron, aceptaron, se beneficiaron o permitieron que otra persona o su partido político se beneficiara con los sobornos de Odebrecht, incurrieron en actos de corrupción y no merecen reconocimiento popular sino sanción social e imposición de pena. Esto es en serio.
Existen varios modos de sacar a la población de la pobreza. Una, de frecuente uso entre los gobernantes de Colombia, es matándola.
Otra que usan mucho esos mismos gobernantes, para evitarse problemas con organismos internacionales defensores de derechos humanos, consiste en reducir el precio de la pobreza. La maniobra es sencilla y algo macabra: mandan al DANE al grandote indolente que oficia como ministro de Hacienda, una vez allá este manipula los indicadores de pobreza con un computador, un tinto y una almojábana y ¡zas!, desaparecen cinco millones de pobres.
Tras ello suelta una carcajada de bruja de película, llama al director de El Tiempo, RCN y Caracol y estos, seguramente con un significativo “aporte” en publicidad oficial, publican la “buena nueva” y todos repiten en coro la carcajada de bruja del ministro indolente.
Mientras esta retumba en los medios, otro niño muere de hambre en La Guajira y varios menores reportan desnutrición subsahariana en los pueblos del Pacífico.
Entre tanto, los padres de esos niños, votan por los mismos matones o por otros peores.