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El paramilitarismo

Luis A. Trujillo V.

De s d e h a c e ya un tiem­po bastante largo, esta organiza­ción así l l a m a d a paramilita­rismo ha sembrado el terror y la muerte en todo el territorio colombiano.

Y desafortunadamente sus víctimas son en su mayoría personas que de ninguna ma­nera están comprometidas en­tre las facciones que siembran el terror y la muerte en nues­tro querido y hermoso país, ante la mirada indiferente de quienes podrían solucionar algo.

 

Los falsos positivos, elegi­dos entre la población más pobre y vulnerable de nuestro país, en el que se ofrecen mu­chas cosas, especialmente en épocas electorales, pero una vez más, estos personajes ya en su curul se olvidan de “Juan Pueblo” que con su su­fragio hizo posible que estos mal llamados “Padres de la Patria” lleguen en su mayoría a vegetar en escaños que al­canzaron, con votos a veces “amarrados” de quienes en su mayoría de las veces lo hicie­ron posible con su sufragio, valga la redundancia.

Y nosotros los chocoanos sí que hemos sido campo fértil para sufrir estos crueles ma­nejos de parte de estas perso­nas y algunos de ellos luego a vivir de una forma más que ociosa.

“¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? ¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?

Nuestro país, consagrado al “Corazón de Jesús” desde anta­ño, viene siendo regado de san­gre, la mayoría de las veces de personas al margen de aquellos que aún creen que el territorio colombiano es un bien creado para que cada persona tome un pedazo a su criterio, desoyendo el clamor de los marginados, los de abajo, de quienes carecen de voz o influencia, que con un salario mínimo ellos y sus fami­lias no alcanzan siquiera a ali­mentarse adecuada y sanamen­te.

 

Y qué decir de los morado­res de las orillas de los ríos. Ellos y sus hijos carecen de una alimentación adecuada, pues solo tienen a mano pri­mitivos cocinados con agua y un poco de sal, y eso que hay días que ni con eso cuentan.

Las grandes plagas como el hambre, la malaria, los pará­sitos y otras enfermedades, incluyendo el desplazamiento selectivo y masivo de las fa­milias y poblaciones, son el fruto maduro que les ofrece el desgreño estatal y oficial.

Amigo lector, con la mano sobre el corazón, ¿usted qué opina?

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