Consecuencia de que en Colombia fuera implantada la modalidad de elección popular de alcaldes y gobernadores, dio motivo para que la postración que ha mantenido el Chocó se tornara más profunda por la crisis social y económica. Las personas que han desempeñado estas funciones, considerándose autónomas, no actúan positivamente en favor de la comunidad.
Los ingentes problemas locales no han podido superarse porque la clase dirigente y politiquera ya desgastada y desprestigiada tiene como única preocupación estar permanentemente enquistada en los estamentos para el sostenimiento de la burocracia y así estar esquilmando los escasos recursos fiscales.
Arrasaron con la boyante industria licorera, la beneficencia o lotería, la salud en la mayor crisis, la educación intervenida, los servicios públicos y hasta los bienes mostrencos porque la misma sede de la administración departamental fue desmantelada.
La dirigencia política del Chocó engaña al desprevenido pueblo que por necesidad se deja comprar el voto con añagazas y falsas promesas.
Cuando se presenta un evento electoral corre desesperado a ofrecer apoyo condicionado al bulto de zinc, a la docena de tablas, al bulto de cemento, las varillas, las soleras, etc., porque la función pública en el Chocó se volvió negocio poniéndole sentido a cómo hacerse a las pertenencias del deprimido departamento.
El Chocó no tiene rumbo ni oficio en su funcionamiento como ente territorial porque se avecinan unas elecciones regionales y ya surgen los pactos de unidad familiar, coaliciones oportunistas, pactos políticos.
El Chocó siempre ha padecido de dificultades. Siete años después de haberse promulgado la Ley 13 de 1947 que elevaba de categoría de intendencia a departamento al Chocó sin las condiciones poblacionales y fiscales requeridas, el régimen militar de Rojas Pinilla y por su mal desempeño administrativo pretendió desmembrar su territorio adicionándolo a los vecinos Antioquia, Caldas y Valle, lo que valió un movimiento cívico nacional con duración de 400 horas.
El Espectador envió a Gabriel García Márquez a cubrir los pormenores del movimiento. Si el Nobel hubiese regresado al Chocó, con seguridad habría escrito “Chocó, doscientos años de soledad”.
Ya el maestro Miguel Vicente Garrido había escrito la canción Lamento chocoano, que a la postre debió ser himno del Chocó.
¿Qué pasa en Quibdó? Por la ineficiencia, el miedo y la falta de autoridad no sale del caos y de ser una pocilga grande.
Sigue el desorden reinante en la movilidad, ruido, invasión de informales, huecos, alcantarillas destapadas, acopios de basura y el Chapulín ya no podrá defendernos.