Los científicos de la pobreza han demostrado que las causas de ésta no se agotan tan solo en la falta de dinero o de ingresos económicos, pues, también y en buena parte, hunde sus raíces en la ausencia de educación de calidad de las personas de una sociedad.
Es por eso que, como en la escogencia del técnico de fútbol de la selección Colombia, de si extranjero o colombiano, la decisión de quién manejaría los destinos de la educación en el Chocó no era fácil.
Sin embargo, si hemos apostado por el departamento, que era en principio lo más sentimental, aunque la experiencia no haya estado de lado de esta opción, en todo caso lo que está en juego es mucho.
A propósito, ahora, y desde hace tanto tiempo, cuando el Pacífico, con el protagonismo del Chocó, desborda todos los índices de baja calidad de vida en el país y se advierten nubarrones dada la escalada de violencia sin precedentes que se avecina asociada a la riqueza que representan sus abundantes recursos naturales y su envidiable posición geoestratégica, quizás la afirmación del padre Hérbert Valencia sea una de esas frases clásicas que con el tiempo cobran mayor valor.
Como se recordará, el padre Hérbert Valencia Barco, quizás el más polémico de los sacerdotes de la diócesis de Quibdó, al término de sus intervenciones y en el acto de despedida de un programa radial, decía: “Si Dios y yo queremos”. En épocas de mayor intolerancia religiosa, que hemos vivido en tantos momentos de la historia y que aún no ha cesado, esa afirmación, que en principio podría verse desafiante, quizás le hubiera costado a Barco la hoguera o cualquier otro castigo degradante.
Es claro que en esa aseveración se comparten las cargas: Dios sigue siendo poderoso pero el destino no se le deja solo a él y más bien se incita a que la suerte de cada cual dependa también de sí mismo.
Como se ve, tal tesis se contrapone a aquella según la cual, todo hay que dejarlo a Dios y se acerca al viejo refrán: “A Dios rogando y con el mazo dando”.
No nos cabe dudas que de la lucha contra la pobreza y el atraso en el Chocó y en general del Pacífico colombiano solo saldremos vencedores con un ejército de maestros bien y oportunamente pagados; capacitados y estimulados para esa lucha.
Sin educación de calidad, así se inviertan todas las regalías del Estado sobre el Pacífico, más corrupción traerá, pero los resultados serán pírricos como viene ocurriendo.
Por todo lo anterior, es que el jovencito Yosimar, a quien ahora se le dejará al frente de la educación en el Chocó, tendrá que demostrar que el esfuerzo titánico de Paula Moreno, en “Manos visibles” no fue en vano, que la madurez de las personas en el Chocó no necesariamente comienza a los 50 años o nunca, y finalmente que, en sus viajes al EAFIT de Medellín, cogió vergüenza, de esa que desde otros lugares del país nos hacen sentir, que nos hace falta, cuando manejamos nuestras propias cosas.
Debemos estar vigilantes.