Desde que tengo uso de razón he visto funcionar el colegio Luis López de Mesa de Bahía Solano en una casa grande de madera de dos niveles, un rancho viejo que amenaza ruina, si nos atenemos a los dictados normativos que en materia de edificaciones presentan peligro latente e inminente para un vecino o comunidad, y así tramitar su demolición.
Un poco más de veinte años atrás la población académica que en ella se albergaba pudo estimarse en unas ciento cincuenta personas, que eran en su mayoría estudiantes que cursaban la educación básica vocacional y la media, sin incluir el cuerpo docente, directivo docente y personal administrativo. Hoy el asunto es alarmante si se sabe que aquella precaria e insalubre instalación concentra, en evidente hacinamiento, diez veces más la comunidad educativa inicial.
Siempre escuché de los moradores de Ciudad Mutis que el sitio destinado para la construcción de una moderna y decente la planta física del referido centro educativo es aquel que está ubicado al frente del extinto Telecom y paralelo a la vía principal, y que por mucho tiempo sirvió como cancha de fútbol, donde se realizaban torneos y competiciones deportivas en el marco de las fiestas municipales, como el Festival de la Bahía.
La primera dependencia de la Secretaría de Educación del Chocó que tendría que hacerse la de la vista gorda sería la de Inspección y Vigilancia, si por algún medio le llegara una queja contra la infraestructura del plantel que hemos señalado. Enredaría los trámites y pondría a dormir en el santo sueño de los justos cualquier querella tendiente a lograr el cierre definitivo de la IE Luis López de Mesa, ya que sus instalaciones son inapropiadas.
No hay que ingresar al claustro educativo para verificar su insalubridad; el trato indigno y degradante que recibe la comunidad académica por un Estado indolente y unas administraciones municipales que, mediocremente le han hecho parapetos y paliativos de remiendo, si no fuera por la ensordecedora algarabía que cada cierto tiempo se produce por un cambio de clase, un descanso u horas libres, de las cuales son prisioneros.
Han pasado cinco alcaldes municipales, que probablemente egresaron del L.L.M.; se han jubilado dos de sus rectores; no sabría cuantificar sus docentes retirados. Sus egresados se volvieron profesionales y sus hijos siguen formándose en ese albergue educativo, sus hijos siguen formándose allí donde no saben si la resignación es una conducta del conformismo para no entender que la calidad educativa no depende de las condiciones del lugar donde se imparte educación, sino del sacrificio que se hace individualmente.
Mal de muchos, consuelo de tontos, dice el adagio. Se ha creído que con la construcción de tres nuevos módulos del colegio L.L.M., mejoraron las condiciones vergonzosas del inquilinato de siempre. A veces los ciudadanos reclamamos derechos constitucionales muy subjetivos ante un juez, pero como padres desnaturalizamos el ejercicio de puericultores, cuando permitimos que el cuidado de hijos estudiantes quede en instalaciones que amenacen ruina, sin adelantar acciones.