Cuando el 3 de noviembre de 1947 se sancionó la Ley 13 que elevó el Chocó a la categoría de departamento se materializó una aspiración que venía siendo impulsada por sectores progresistas de la región desde comienzos del siglo XX.

La ‘departamentalización’ de la entonces Intendencia era una de sus banderas más importantes. La consideraban una panacea al retraso frente a otras regiones con algún progreso industrial y agrícola, una especie de carta de ciudadanía en el contexto nacional, una posición de igualdad y un golpe a la discriminación atávica frente al Chocó.

Eran días de crecimiento de la producción de oro y platino de la empresa gringa Chocó Pacífico, de saqueo de maderas preciosas, caucho y tagua del bosque tropical, de intento de pequeñas manufacturas, de comercio con Cartagena e inicio de comercio con Antioquia, de “sueños de modernidad” con educación, vías, ferrocarriles y colonias agrícolas, de superación de controversias entre el Atrato y el San Juan y de afirmación de la identidad y el orgullo regional.
Han trascurrido siete décadas luego de lograda esta meta. Siete décadas de episodios disímiles que, como en todas las cosas, pueden interpretarse en dos orillas contrarias.

De un lado, lo negativo. Llevamos siete décadas de sostenido deterioro económico, social y cultural como resultado del dominio de dirigentes arribistas y oportunistas que solo buscan su enriquecimiento personal. Para lograrlo, han destruido las instituciones regionales y locales, han hecho del peculado y el prevaricato una práctica diaria, arrastrando el Chocó a la bancarrota y al fondo del abismo, con los peores índices de expectativas de vida, mortalidad, insalubridad y analfabetismo.

Dirigentes que alardean en el fango de la trampa y la compraventa electoral, que ejemplifican los antivalores de la corrupción, el servilismo ante los gringos y la oligarquía colombiana.

Setenta años con un departamento y unos municipios aplastados por las deudas y los embargos, sus entidades en liquidación, los hospitales y escuelas cayéndose a pedazos, las carreteras destruidas, el desempleo, la miseria y el hambre generalizados.

De otro lado, lo positivo. Siete décadas de titánicos esfuerzos de distintos sectores sociales por lograr verdadero progreso social y democracia, de trabajo tesonero en las aulas, en el campo, en las minas, en el comercio, en los servicios. De lucha contra la desmembración, de históricas y variadas protestas y paros cívicos que han logrado obras importantes como las interconexiones eléctricas con Antioquia y Risaralda, la interconexión del Bajo Atrato, algunas pavimentaciones, la UTCH, el puente de Yuto y doblegaron la oposición oficial a la terminación de la vía al mar. Décadas de defensa de la cultura regional, del hermoso folclor chocoano, de triunfos musicales y deportivos, de trabajo, dignidad, honestidad y solidaridad.

En este septuagésimo aniversario perfumemos la bandera del Chocó con el delicioso aroma de nuestras mujeres y nuestros bosques. Que sea mecida por la brisa de los dos mares y los mil ríos. Que esté lista para ser batida con fuerza por los brazos de los jóvenes que deben liderar las próximas luchas regionales.