Empeoró la deforestación en el Chocó
Y de 25 municipios con alertas tempranas, 15 están en el Pacífico. En Chocó están Riosucio, Bojayá, Alto Baudó, Bajo Baudó, Medio Baudó, Carmen del Darién, Lloró, Quibdó, Río Quito y Juradó.
Riosucio fue el municipio líder, con más del 7% de las alertas nacionales. La deforestación se intensificó en el río Salaquí y en la frontera con Panamá, zona que compromete la parte sur del parque nacional Los Katios. Bojayá (Chocó), cuarto núcleo, afectó áreas de los ríos Uva y Bojayá.
Río Quito y Atrato, municipios de Chocó, conforman el séptimo núcleo. Las zonas más afectadas fueron las cercanas al cauce de los ríos Quito y Atrato, terrenos destinados en su mayoría la extracción de oro.
El Ideam destacó parches en zonas cercanas a los ríos Remacho, Jiguamiandó, Sucio, Curbaradó y Jenaturadó en Riosucio y Carmen del Darién.
En el río Baudó aparecen cultivos de uso ilícito y extracción de madera para el uso local y para la comercialización”.
De acuerdo con David Pérez, docente de ingeniería agroforestal Universidad Tecnológica del Chocó, la minería, la debilidad institucional y la presencia de actores armados han sido el coctel para impulsar la deforestación en la región y particularmente, la contaminación de las fuentes hídricas en ese proceso.
Lady Vargas, ingeniera ambiental y sanitaria que trabaja en el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, evaluó la calidad ecológica de cuatro fuentes hídricas que han sido afectadas por la minería en Jigualito (Chocó): se estudiaron escenarios donde la minería está activa y otros en los que se realizó hace cinco, diez y hasta treinta años atrás.
“Una vez se acaba la minería y pasa el tiempo el agua se aclara o se reduce la turbiedad, pero eso no quiere decir que el ecosistema se recuperó, que es lo que la gente y los mineros piensan. El daño va más allá de que el agua esté turbia o limpia, lo que analizamos es si ese cuerpo de agua vuelve a prestar los bienes y servicios que prestaba antes de la intervención”, explicó.
Para recuperar una hectárea de suelo degradado por la minería se necesitan cinco millones de pesos, sin tener en cuenta los fletes, que sumarían unos 25 millones por hectárea. “Como quedan esos huecos hay que hacer una especie de terraplenes, casi que llevar la materia orgánica nueva hasta donde se hizo la deforestación, algo así como pavimentar el bosque con biomasa. Pero eso necesita tiempo, le hablo de lustros”, dice el profesor.