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Editorial

Desastres, prevención e incumplimientos

Las inundaciones de la semana pasada en Sipí, Nóvita y Lloró revivieron la tragedia de dece­nas de miles de chocoanos que pierden sus vi­viendas, enseres, cultivos, gallinas y cerdos.

En la jurisdicción de estos municipios el agua ha su­bido más de un metro por encima del nivel del piso de las viviendas. Desesperados, muchos de sus habitantes construyen entrepisos a mayor altura donde ni siquiera pueden ponerse de pie. Otros se refugiaron hacinados en albergues o segundos pisos, imposibilitados de es­tudiar o trabajar. La economía local está en ruinas, el comercio semiparalizado, cre­cen las carencias, el hambre y la insalubridad. Los alcaldes informan que ya no tienen ni un peso para atender los dam­nificados o para comprar un ta­blón para un puente de made­ra.

 

Las ayudas oficiales han sido mínimas. Funcionarios del Ins­tituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Am­bientales, Ideam, han notificado que continuarán las precipitaciones y que el invierno seguirá hasta media­dos de enero.

En las últimas décadas numerosos expertos han aler­tado sobre las peligrosas alteraciones climáticas y las catástrofes ocasionadas por el llamado efecto inverna­dero, generado a su vez por la irracional explotación de los recursos naturales, el desaforado ánimo de ga­nancias y las emisiones de gases contaminantes en las potencias capitalistas. Las pautas históricas de los fe­nómenos meteorológicos se han trastocado y se han intensificado sus extremos, pasando de inusitadas se­quías, avance de las zonas desérticas y derretimiento de glaciares, a devastadores huracanes, tornados, ci­clones gélidos o tormentas tropicales.

El Chocó se encuentra en la denominada confluen­cia intertropical, donde se unen masas de aire de dife­rentes direcciones y con distintas presiones que, suma­do el efecto del bosque superhúmedo y la cordillera occidental, origina un cielo nuboso y una de las regio­nes más lluviosas del mundo.

Es claro que, por el avance de la ciencia y la tecnolo­gía, el ser humano cada vez tiene más herramientas para mejorar y aprovechar su medio ambiente, mitigar y reducir los riesgos, afrontar las vulnerabilidades. Las particulari­dades de la naturaleza chocoana, señaladas atrás, permiten visuali­zar la importancia de tener en la región observatorios meteoroló­gicos, estudios del clima, estacio­nes de medición del nivel de los ríos, los vientos y las lluvias, y efectivos programas de preven­ción, reducción y atención de desastres.

A raíz del paro cívico del Chocó de febrero de 2009 el gobierno nacional se comprometió a asignar recur­sos en el presupuesto nacional para comprar una draga permanente para el Bajo Atrato. Esto no se cumplió.

Una draga permanente en el Bajo Atrato permitiría elevar el nivel de Riosucio, Curbaradó, Unguía y las otras poblaciones. Posibilitaría despejar las bocas del Atrato, recuperar caños obstruidos, ciénagas colmata­das, y construir diques de protección en vitales secto­res del río. Y tampoco se ha cumplido el compromiso firmado en los paros cívicos de 2006 y 2007 sobre la realización de estudios de navegabilidad de los rios Atrato, San Juan y Baudó.

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